A MARCELA PARRAO FABRA
La cañada estaba ahí como siempre;
El verdor huyó para protegerme,
La brisa traía el fresco aroma confundido
Y nadaba despacio a tu lado.
Dejé un estero en mi camino
Ya mis huellas se borraron…
Dejé a mis novias consentidas
Para viajar seguro de tu mano.
A lo lejos,
Me extasiaba divisando espejos dorados,
Pero cerca estaba
Quien enturbiaría la mirada…
Aquí, plácido me presientes…
Viajo sobre platinadas nubes,
Me distraigo con las águilas tranquilas
Y te observo, triste y callada.
No hay retorno; no habrá regreso…
Puedes imaginar que otro sol me acompaña.
Tal vez no te equivoques y todo lo vivido allí
Seguro estoy, fue solo un sueño
Como el que estoy viviendo.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 21/12
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