miércoles, 29 de febrero de 2012

EL MARINERO SONRIÓ (3)

EL MARINERO SONRIÓ (3)



Ahí estaba con su camisa a rayas que compré, (ésta no era robada)…

Su triste mirada me conmovió y su boca había tomado cierta forma,
parecía enojado por algo siempre y con su gran habano, enviado por Castro
veía de nuevo hacia el horizonte…

Me coloqué detrás de él pues quería saber qué era lo que provocaba tal ausencia…
Vi muchas barcas, enormes, llenas de gente que parecían estar aprisa siempre.
No los veía tan felices…, no más que yo, pues no tenía ningún estorbo,
sólo estaba ahí cual sombra detrás de mi marinero.

Un fuerte rugido me asustó, la enorme ola quería tragarse nuestra barca
pero así como llegó también se desvaneció y ni el sacudón fuerte hizo que él se moviera…

Hoy estaba de timonero y tenía una gran misión…
 Su mirada fija estaba puesta en ese algo que iluminaba el mar y que no podía perderlo de vista ya que podría causar un choque y su tiempo era para todos,
 a buen puerto nos llevaría…

Lanzó un amarillento escupitajo a la vez que graznó como un ganso, y por fortuna no me fumigó, si no es porque soy veloz y llevaba mi patita de palo nueva…

Me escondí sigilosa a ver en qué terminaba el asunto, al fin decidió votar el asqueroso tabaco que un pobre pez hambriento tomó con ligereza; una grande y mueca sonrisa apareció en su casi siempre adusto rostro, marcado con las señales de su rabia interior…

Elevado sobre las olas estaba un delfín rosado... precioso, parecía una enorme flor al viento y sabía que había llegado al pacífico de Colombia y su retorno a casa lo hizo creer que ahí sería más feliz que en ultramar.

Pero no sabía que allí la sangre de los negros la convertían en oro y los niños morían de hambre, pues sus alimentos los robaban para engordar cerdos, aún así, él sonrió tan ampliamente que parecía opacar al maravilloso astro dorado que cubrió toda la barca.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 29/12

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