GERÓNIMO, EL ABUELO (47)
Mis padres con sus primeros hijos.
De él, diré que sus pies descalzos
descubrieron un suelo plantado de esmeraldas.
Sus ojos fueron los de un cordero manso;
vislumbraron manantiales
que aún en sus tardes alegres
percibía con hedor a sangre.
Mi abuelo, mi dulce y bello abuelo…
Sus ojos tenían el verdor de los guaduales
que pintó mi madre con sus azahares.
El viejo era manso, paciente, ¡elegante!
Sus palabras tenían el cantar de la alondra,
sus manos se llenaban de viandas del campo
que todos esperaban entre risas y llantos.
Su traje raído de labores del monte,
sus manos trajinadas llenas de callos,
las sombras del hambre nunca vislumbraron,
las palmeras tiernas escarbaban
brotes que alimentaban y llenaban de calma.
Hablar con los peces solía,
hormigas sus secretos entregaban;
y embelesado pasaba sus días
mirando a las aves trinar en las guaduas,
y entre los brazos de mi abuela brava
se arruchaba como un buen niño,
¡regalando besos de almíbar a su amada.!
Mi abuelo lo anunció aquél día:
Que muchos goleros,
aún estando vivo devoraban su carne
él gemía pidiendo consuelo,
su sangre se perdía sobre la ladera,
y un gran buey sediento bramaba.
Una larga espera sin retorno
sólo palabras llegaron…
Que entre su propia familia,
uno de ellos era muy malvado,
vivía como un bandolero
donde se levantaban banderas de fuego
por colores de patria que se tiñeron de mentira,
y la tierra fue sembraba de melancolía;
/él fue quien dijo que el abuelo de azules vestía.
Cuentan que aún revolotean goleros.
No sabemos ni entendemos de credos;
pero la savia de todos los bandos
se riega desde el cielo con luces de muerte,
que parecieran centellas perdidas.
A lo lejos diviso a mi abuelo…,
levanta un pañuelo,
que aún todos vemos
moverse entre las nubes blancas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 5/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario