miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL MEJOR CICLISTA DEL MUNDO (14)

EL MEJOR CICLISTA DEL MUNDO (14)


El segundo grupo somos los menores, que ya estamos mayores:
Dora María, Raquel, Pablo Vicente,  Socorro, Olga Lucía (la pintora de primera comunión),  Sonia, Juan Carlos, Julio César, German Alonso (mi hermanito down que está en la silla) y mi madre; no entiendo por qué mi viejo no está en ésta foto, tal vez decidieron así o estaba de cacería. 

Yo tenía 15 años, la primera de izquierda a derecha de cabello largo y mirada coqueta, estaba mirando al fotógrafo, estaba hermoso. Aquí falta mi hermanita Rosa María, ella murió muy pequeñita, el día de la muerte de mi abuela mi madre estaba en embarazo y la impresión hizo que la niña naciera de 8 meses, duró poco tiempo, después de ella nació Sonia la que está cerca a mí, de ropa oscura, la negra más consentida de mi padre. 

Recuerdo esos días, las ida y regresos, ahora estábamos de nuevo en mi pueblo Zapatoca, en la casa de mi padrino Jorge que la alquiló muy barata a mi padre quien decidió regresar de Bucaramanga, para que termináramos estudios allí, pues era más sano el ambiente  y los colegios eran los mejores, él siempre pensaba en sus hijos, no le importaba amontonar dinero, no podía hacerlo pues tenía un compromiso enorme con el montón de chinos cansones y tragones que decidieron traer al mundo. ¿Qué rico podría sostener una familia como la nuestra?

Compró  un bus muy bonito, pequeño, en esa época no había buses muy grandes, al menos para transporte de pueblo a pueblo, lo afilió a la empresa Cootransmagdalena  y ahí se inició de nuevo todo, con grandes anécdotas que me vienen de ésta época, mi padre era un tipo muy bromista y nosotros le enseñamos a montar en bicicleta, nos dirigíamos a un colegio grande que se llama La Industrial, allí tuvo su primera casa grande, rústica y vieja de la época que cuando la vendió para irnos a vivir a una finca muy bonita que decidió comprar "La Cacica", pero fue un desastre éste viaje, allí mi madre perdió a Rosita y vienen historias que después contaré . 

La casa quedaba en toda la esquina del gran parque de fútbol que era a donde llegábamos en bicicleta con mi padre. Cuando la vendió lloramos mucho, amábamos ese sitio pues teníamos toda la libertad, el campo abierto para correr y disfrutar de nuestra juventud, me vino a la memoria el nombre de quien compró la casa "Marinilla", hermano de los mejores músicos del pueblo, tocaban música clásica Colombiana muy bella, eran unos verdaderos maestros, éste señor Marinilla era muy amigo de mi padre y recibió muchas bromas pesadas de parte de mi viejo, pero siempre lo buscaba porque le gustaba reír con sus chistes. 

Iniciamos las clases y entre todos agarrábamos a mi padre y lo llevábamos, pesaba mucho y a ratos lo dejábamos caer, era un traste pesado, pero cuando arrancó, nos causó mucha risa y quisimos hacerle una broma confabulados, él siempre nos gritaba ¡no me suelten! ¡me tienen bien fuerte!... Ese día gritaba creyendo que todos estábamos ahí, de a poco lo soltamos,  llegó al otro lado del parque hablando  solo y cayó como una maleta, jajajaja! ese día estaba muy disgustado y casi nos pega por la broma.

Lo recuerdo con su gran sonrisa como un niño, siempre se comportó así, le gustaba bromear, jugar con nosotros, me hacía reír tanto que muchas veces tenía que correr al baño pues mojaba mis pantalones, bailaba con el tío Isaías y esta parte era muy genial y graciosa.

Cuando él decía: para la Industrial, era un festejo, nos regalábamos para acompañarlo, pero nunca permitía que estuviéramos delante de él, cruzaba en la esquina de la casa y a 5 cuadras era un camino memorizado, no buscaba nunca otro, llegábamos a un sitio una loma destapada, en la esquina de la "sapo de verano",  por ahí bajábamos hasta el parque, corríamos en las bicicletas hasta que ya cansados regresábamos a casa, ahí mi madre nos esperaba con una deliciosa limonada bien helada.

Empezó a sentir que podía solo, de a poco salía, pero todo era en línea recta, nunca aprendió a dar la curva, llegaba al sitio, se bajaba de la bicicleta y la enrumbaba de nuevo, ésto nos causaba mucha risa, pero nos acostumbramos que así era y que ya él no se arriesgaba a un golpe más.

Empezó a llegar a casa a contarnos con  rabia que "El chique", (un amigo de apellido Rueda, pues allí en el pueblo todo el mundo se conoce por el apodo o el alias), tenía la puta costumbre de saludarlo cuando iba en la bicicleta, que nunca lo saludaba cuando iba a pié y que ese hijueputa viejo ya le estaba sacando la piedra.... /el viejo lo saludaba de maldad para que mi padre se cayera de la bicicleta.

Le encantaba hacer bromas a los amigos, tantas que ya andaban prevenidos con él, pero ahora le estaba tocando parte de la misma torta.

Después de la casa de mi padrino, estuvimos viviendo cerca de la Industrial otra vez, pero ya el viejo estaba negociando otra casa muy central, cerca de la Iglesia de Santa Bárbara y ahí fue el último cuento en Zapatoca, de ahí regresamos a Bucaramanga y luego a Barranquilla.

Cierto día viviendo aquí ya en nuestra casa propia otra vez,  llegó furioso y en la bicicleta traía amarrados unos tarros,  mi primo "mipi" (Ramiro Rueda), le había hecho la picardía, él se reía mucho cuando el pelado le contaba sus travesuras y le festejaba, ahora le tocaba a mi padre aguantar porque lo había convertido en víctima. Demoró en hablarle a mi primo y mi tía Nohema se atacaba de risa, cosa que a mi viejo le molestaba  y nosotras le decíamos ¿si ve padre?, no puede ponerse muy bravo porque usted ha hecho muchas bromas pesadas y hasta ahora es la única que le hacen.

Teníamos 2 bicicletas, nos compró una para las mujeres y nos turnábamos, y los muchachos montaban en la de él, quien no iba en bicicleta pues tenía que correr detrás. Compartíamos todo con un gran amor, y éstos fueron los momentos más felices de mi vida, enseñamos a German también y todos disfrutábamos de la misma bicicleta que nos turnábamos para ir y venir.

Éstos son los recuerdos que siempre he de llevar en mi memoria y traer aunque sea para mi propia lectura, cada vez que recuerde, Al menos tengo un sitio para dejar mis cosas, mientras la bicicleta del destino decida que mi rumbo cambie, para llegar a los brazos del mejor ciclista del mundo.

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, septiembre  26/11

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