TÍA MARÍA (37)
La tía recorrió muchos caminos...
Su melancólica mirada me lo dice
mientras con un abrazo advierto,
que su historia contaré...
Ella, nobleza pura de santa dama,
en sus ocelos refleja todo.
Manos envejecidas y arrugadas
cuentan historias sobre panes amasados
ir y venir sobre los mismos pasos
y desandar el mismo asfaltado.
Sus piernas encorvadas nos dirán
que fueron 15 hijos creo,
con el mismo varón de sus amores
fuerte y hacedor de labores.
Mi tía y mi madre, sólo están las dos...
Ella en un asilo de monjas,
mi madre, cerca a mi corazón.
Ella cultivaba rosas gigantes,
cardos divinos de extrañas flores.
Era cándida, risueña, tímida...
Cobija de lana en días de invierno frío,
regalona de trajes bellos y abrigados.
Nadie olvida lo que vivió a nuestro lado,
su amor era de cabrita con las tetas llenas.
Casi a hurtadillas repartía lo poco que podía,
dentro de la abundancia de sus días...
Dama respetada por la nobleza de su casta,
por la humildad para vivir cada día
con tantas horas solitarias,
junto al encanto del trino del toche,
y el colibrí anidando en sus rosales...
Bella se encantada con sencillas cosas,
la mariposa de colores que danzaba
y besaba sus rosales amorosa...
¿Quién no quiere una tía así?
Ella mi cándida flor en días tristes,
con sonrisas lo arreglaba todo,
y con un abrazo cálido
dentro de su acolchado traje,
miraba al cielo con decoro.
Agradecida me enseñaba una oración,
mientras en sus manos arrugadas
guardaba un bocado de alimento
para dejarlo dentro de mi boca,
me estampaba otro beso
y me entregaba la candidez de su sonrisa
con sus ojos empañados de dolor.
SHEILA
Barranquilla, julio 16/11
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