domingo, 31 de julio de 2011

MADRES (114)

MADRES (114)

Ven cariño mío,
tengo mis pezones rebosantes de amor para ti
mis grandes brazos sólo para abrigarte,
mi corazón late aprisa con tan sólo mirarte,
mi boca nació  para brindarte besos
y oraciones ante tu marcha y tu regreso.

¿Quién desea arrancarte de mis brazos?
Viajaré hasta el cerro más alto
donde nadie persiga mis sueños de libertad,
te mostraré desde allí la grandeza de la vida...

!Cariño mío!, nacen otras orquídeas,
aquéllas que ofrecí en tiempos de desamor,
hoy todas son para ti.

¿Quién te amará como lo hago?
Desde que te concebí en mi vientre
con tus pequeños saltos que me animaban a despertar,
desde que con amor entregado viniste a mi corazón,
¿puede alguien, niño de mis entrañas
amarte como te amo yo?

Sólo te pido un poco de tu tiempo,
que en mi vejez no me abandones,
que me permitas decir mil veces los mismos cuentos.

Amor de mi corazón,  ¡qué torpe me he vuelto!
No he podido aprender a manejar ni ese juguete
por el que tantas veces discutimos...

¡Tiemblan mis manos!
Ven abrígate junto a mí, ¡tengo mucho frío!

Casi que al atardecer
mis sueños se esfumaron sin querer,
han viajado en estelas de humo convertidas en olvido,
no existen besos ni caricias
y en un mueble viejo convertida
parezco silenciosa ave pasajera.

Me duelen las tristezas de las madres
que no han visto crecer a sus pichones
y van por las desiertas calles,
llevando blancos cofres de madera.

No me abandones nunca, te permití nacer.
Cada salto en mi vientre era una nueva alegría,
los pechos rebosaban de leche tibia y fresca,
¡te puedo decir que era néctar  venido  del cielo,
espumosa, blanca, alimentadora en días fríos!...

Cariño mío,  tráeme perfumadas orquídeas,
¡las amo tanto, las extraño tanto!
Serían el mejor regalo para mi vida.

No te enojes tanto conmigo por todo y por nada...
Todo lo hago por ti, impulsada por tu aliento perfumado.
Si pudiera entregar mi vida por ti
segura estés de que lo haría.

Mis brazos tiemblan,
las piernas encorvadas sin aliento
arrastran mi pesada carga.

¡Deja que descanse sobre tu hombro!
¡Pasaremos juntas éste frío invierno
mientras las lianas se mueven con el viento

El Señor que donó la vida,
me permite ver un nuevo amanecer,
y soñar en el atardecer de mi blanca cabellera
con un esplendoroso y ansiado abrazo
feliz ante la gracia de otra mañana.

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, mayo 4/11



No hay comentarios:

Publicar un comentario