sábado, 30 de julio de 2011

ARHUACOS (203)



ARHUACOS (203)

Arhuacos, Colombia (Playas. Sierra Nevada de Santa Marta)

Mendigando lo que es suyo
caminan lento... tímidos
tras el olor de su propio alimento.
 Con pasos sigilosos van
los olvidados de su tierra.

Su tiempo no existe
ni es llevado en calendarios.
Sus momentos
contados con cada luna nueva;
sus presagios,
en cada eclipse o canto de pájaro
anunciando tormentas
con gemidos de lobos hambrientos
apartados de su manada...

Sus caras son de luna llena,
ojos brillantes y oscuros
robado el color al carbón de las montañas,
fuera de su mundo limpio y claro
tocando con sus manos
las nevadas blancas como sus vidas,
antes de ser ultrajadas por el blanco.

Cubren sus cuerpos con trajes ajenos
pues los suyos eran su piel trigueña,
adornada con exóticas flores del bosque.

Creen en silencio en sus dioses...
Saben que lo que viene es malo para ellos
y terrible para todos...
Estudian en sus propias universidades,
su conocimiento viene de lo básico
de lo iluminado, de lo práctico...

El hombre venido de lejos
mancilló a su pacha mama,
ríos de sangre desde sus entrañas,
cuerpos destrozados en martirios interminables,
obligados a creer en otro Dios
 y en otros sueños...

¡Necios! ...¡Él estaba ahí!
No lo querían ver, 
pues sus ansias eran de poder...

Estaba en las cumbres, en el cielo,
en el atardecer adornado de luceros,
en el canto del guacharaco,
en el grillo anunciando nuevas cosechas,
en la hormiga que se levantaba ansiosa y feliz
y trabajaba sin paga ni descanso.

En cada amanecer
adornado con el sol resplandeciente,
brillante como el oro que me usurpas...
En el sonido y el olor del mar o el río
regalándome alimento,
en la lluvia fresca como bendición a los plantíos
de mandioca o maíz...
En las flores gigantes o pequeñas,
en los ojos de mis hermanos mayores y menores...

Él estaba en todo...
En los besos que inventaste
que para nosotros eran miradas y sonrisas frescas...
En nuestras canciones con sonidos de aves
engalanadas con el eco del tambor...

¡Ese es nuestro Dios!
Nuestra alegría por vivir momentos sin tiempo,
por compartir instantes...

Nuestro Dios  eras  tú... era yo,
pero quisiste inventar uno a tu acomodo
para robar nuestra libertad.

¡¡Pacha mama!! ¡¡Pacha mama!!
¡Escucha mi tambor! ...
Percibe la canción del corazón de tu pueblo,
permite a éste azor extender sus alas
y retomar los senderos usurpados...

¡No te enojes conmigo madre bella!
Déjame verte simplemente desde las colinas
adornadas con el azul del cielo
y pintadas con el verde de tus laderas...

¡Ven acá mi Dios!
Estoy hambriento...
Observo mis peces en otros platos,
y  mendigo sus espinas.

¡¡Pacha mama!! ¡¡Pacha mama!!

¡Descubre mis ojos,
ya no tienen qué llorar,
déjame volar por tu cielo
y recobrar mi anhelada libertad!

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, diciembre 30/10



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