ARHUACOS (203)
Arhuacos,
Colombia (Playas. Sierra Nevada de Santa Marta)
Mendigando
lo que es suyo
caminan
lento... tímidos
tras
el olor de su propio alimento.
Con pasos sigilosos van
los olvidados de su tierra.
Su
tiempo no existe
ni es
llevado en calendarios.
Sus
momentos
contados
con cada luna nueva;
sus
presagios,
en cada eclipse o canto de pájaro
anunciando
tormentas
con
gemidos de lobos hambrientos
apartados
de su manada...
Sus
caras son de luna llena,
ojos brillantes y oscuros
robado
el color al carbón de las montañas,
fuera
de su mundo limpio y claro
tocando
con sus manos
las
nevadas blancas como sus vidas,
antes
de ser ultrajadas por el blanco.
Cubren
sus cuerpos con trajes ajenos
pues
los suyos eran su piel trigueña,
adornada con exóticas flores del bosque.
Creen
en silencio en sus dioses...
Saben
que lo que viene es malo para ellos
y terrible
para todos...
Estudian
en sus propias universidades,
su conocimiento
viene de lo básico
de lo
iluminado, de lo práctico...
El
hombre venido de lejos
mancilló
a su pacha mama,
ríos
de sangre desde sus entrañas,
cuerpos
destrozados en martirios interminables,
obligados
a creer en otro Dios
y en otros sueños...
¡Necios!
...¡Él estaba ahí!
No
lo querían ver,
pues sus ansias eran de poder...
Estaba
en las cumbres, en el cielo,
en el
atardecer adornado de luceros,
en el
canto del guacharaco,
en
el grillo anunciando nuevas cosechas,
en la
hormiga que se levantaba ansiosa y feliz
y trabajaba
sin paga ni descanso.
En
cada amanecer
adornado
con el sol resplandeciente,
brillante
como el oro que me usurpas...
En
el sonido y el olor del mar o el río
regalándome
alimento,
en
la lluvia fresca como bendición a los plantíos
de mandioca
o maíz...
En
las flores gigantes o pequeñas,
en los
ojos de mis hermanos mayores y menores...
Él
estaba en todo...
En
los besos que inventaste
que
para nosotros eran miradas y sonrisas frescas...
En
nuestras canciones con sonidos de aves
engalanadas
con el eco del tambor...
¡Ese
es nuestro Dios!
Nuestra
alegría por vivir momentos sin tiempo,
por
compartir instantes...
Nuestro
Dios eras tú... era yo,
pero
quisiste inventar uno a tu acomodo
para
robar nuestra libertad.
¡¡Pacha
mama!! ¡¡Pacha mama!!
¡Escucha
mi tambor! ...
Percibe
la canción del corazón de tu pueblo,
permite a éste azor extender sus alas
y retomar los senderos usurpados...
¡No
te enojes conmigo madre bella!
Déjame
verte simplemente desde las colinas
adornadas con el azul del cielo
y pintadas con el verde de tus laderas...
¡Ven
acá mi Dios!
Estoy
hambriento...
Observo mis peces en otros platos,
y mendigo sus espinas.
¡¡Pacha
mama!! ¡¡Pacha mama!!
¡Descubre mis ojos,
ya no
tienen qué llorar,
déjame
volar por tu cielo
y recobrar
mi anhelada libertad!
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla,
diciembre 30/10
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