LUCÍA
[29]
Así
se llamó la ternera
la
más flacucha y en sospecha
de
que al otro día no amaneciera.
¡Miren!,
tiene bonitos ojos,
¡ay
Dios!, sus patitas parecen de grillo
y
su cabello sedoso como el de un mono.
Tallaremos
su pie en un árbol
¿cómo
se llamaba?,
recuerdo
que sus pepitas eran dulces
¿serían
arrayanes?
Una
y otra vez, para que metiera el ombligo
que
a pesar de todo la mantuvo en sostén.
Lucía
parecía potrillo,
corría
y saltaba por entre los prados
y
mamá la veía con tal dulzura,
que
no se creció en estatura,
pero
fueron grandes sus manos
que
pintaron historias que triunfaron
con
firmas ajenas.
Se
casó Lucía con un toro manso
y
a los pocos años buscó otro remanso
dejando
a la niña berreando, berreando...
Pero
todo pasa como un río violento,
se
van los amores,
se
los lleva el viento
y
trae otros aromas
para
nuestro contento.
¡Qué
hermosa vaquita!
¡Qué
bonitos terneros!
¡Qué
justa es la vida!
A
quienes nos roban la sonrisa
se
les aplaude, y todo parece pródigo,
pero
espera un poco,
mañana,
si regresa ese día,
con
otra historia también reiremos.
¿No
es así Lucía?
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
abril 21/15
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