sábado, 18 de junio de 2016

¿QUÉ? (17)

¿QUÉ? (17)

Para escribirle a este día
Sólo necesito de una melodía...

Para hablar de tus pardos ojos,
¿Qué necesitaría?

Para conversar con el viento
Me gusta el silencio;

Y para escuchar hablar a las flores
Me gustan tus amores.

¿Qué necesito para estar contigo?

El día está perfecto para el amor:
En mi jardín nació otra flor
Y en mi balcón otros palomos decidieron un nido.

¡Estás solo!, sientes la misma soledad que yo,
Pero nada hay que hacer,
Esperar a otro día, a que el destino resuelva
Nuestra situación.

¿Qué necesito para ser feliz?

Antes pensaba que a ti,
Ahora pienso que necesito un paisaje,
Ver caer una cascada y sentarme por ahí
A ver a los colibríes armando casitas de lana
En medio de las rosas con sus gamas.

Luego seguir caminando, después frenar un tanto,
Y reposar viendo el ocaso, adivinar el juego de las nubes
Para en una mortaja hacer muchos trazos
De pájaros azules y blancos volando,
Y ver la lluvia descansando entre las doradas hojas
Que se agitan a mi paso…

Raquel Rueda Bohórquez
18 6 16




PROPÓSITO (18)

PROPÓSITO (18)

Asomarnos al mundo cada mañana;
Adivinar el cortejo de las flores
Y el ánimo de los colibríes hacia sus amores...

¿Para qué buscar la felicidad en donde no hay amor?

Decidí entregar mi cariño a las flores,
A los perros que me acompañan;
A las gentes que deciden caminar conmigo
Hacia el mismo fin de bosques verdes
Y dulces remembranzas.

Escuchar música española de cuerda, guitarras colombianas,
Cortázar, Beethoven, mi hijo, el mirlo libre en un árbol;
El ave ejerciendo poder en el rincón de un encino,
 Y sentirme feliz por lo hallado
Y plena con lo vivido.

Aprender a bailar flamenco
Ahora que tengo maestros,
Sin importar que las rodillas duelan
Y el corazón se agite.

Seguir componiendo a un amor de mentiras.
De tanto repetir, llegará un día
Montado en caballo blanco,
Con los brazos cargados de gardenias.

Luego leer el libro de mi pasado,
Recordar todo lo amado,
Y lo que me hizo endurecer el rostro.

Nada volverá a su lugar, ni las aguas del mar,
Porque siempre habrá un cambio de estación
Y una lágrima rodando ladera abajo.

Recordar los ojos de mis viejos,
 Sus manos cansadas;
Los sueños que jamás alcanzaron;
Sus miradas…

Y saber que entre tantas ansias
Se quedaron abrazados para siempre,
En la misma montañita con sus compadres;
Ahí se les dio la oportunidad de volar
Con otras alas hacia otro estado de silencios.

Raquel Rueda Bohórquez
18 6 16