VIDA PERRA/Frank (23)
Frank es un pedacito de cielo que se me prestó; está
viejito, es lo que me ha quedado, pero se resiste a morir, es un valiente.
Todo inició cuando
mis hijos nacieron, desde siempre recuerdo un perro en mi hogar, no me privaría
ni privaría a mis hijos de su gracia, pero en ésta gracia, terminé con un criadero
con muchas razas, grandes, medianos y pequeños, con muy poca ayuda, en esto más
de 10 años, y recuerdo a nuestro primer perro su nombre Custodio, un cócker
dorado muy bello, pero tuvo mala suerte, estábamos todos en la casa con niños
pequeños y él era rebelde y malcriado, hubo muchas manos y muchos gritos, salió
herido por andar de callejero, parecía muerto, Juan Carlos se hizo veterinario
en un minuto y quería inyectarle agua en las venas dizque para que muriera
rápido, por si acaso todavía estaba vivo, a lo cual me negué y todas nos
negamos, en cambio empecé a sobarlo a moverle de un lado a otro, no podía creer
que estuviera muerto, lo llamaba por su nombre y nada, su mirada estática, y
luego que le abrí la boca respiré sobre ella y vi que movió un ojo, esto fue
demasiada emoción para tan poco tiempo, lo abracé, ¡mi perrito estás vivo!, lo
acaricié por todo lado y al rato, poco a poco empezó a caminar como si nada
hubiera pasado.
Perro mañoso vuelve a comer huevos criollos, y de nuevo
buscando en la calle placer, ninguna cadena soportaba, y agotados, lo donamos a
una amiga que lo cuidó, era demasiado intenso y rebelde, no aceptaba que le
dijéramos que se comiera las pepitas porque la iniciaba con Lucía, él entendía
que nos burlábamos de él, ¡pobre perrito!, en mala época llegó a nuestras
manos, no sabíamos cómo lidiarlo, lo donamos, nuestra amiga lo quería mucho,
pero le duró muy poco, pues aplicaron un veneno en su piel para las garrapatas
y terminaron acabando con su vida.
Quedó un sentimiento de culpa, cada vez que recordábamos a
los niños probando de su plato y comiendo como él. Era muy gracioso porque
siempre veíamos que Anderson estaba encantado con el alimento del perro y la
boca llena, entre esto y aquello llega Serbio con otra perrita encantadora,
parecía rosada, la llevábamos a peluquería y parecía un peluche, era una poodle
miniatura, pero también tenía mañas y nosotros no aprendíamos a educarlos bien,
ella no se dejaba educar según nosotros, y pasaba era en la calle, luego de un
grito se ponía patas arriba y no había terremoto que la moviera, teníamos que
ir a buscarla, sin importar la distancia, nos hacía rabiar porque siempre
estábamos corriendo de aquí para allá con el trabajo, los quehaceres, los
niños, el colegio, era demasiado para también lidiar con más cuentos y la
regalamos a una señora que vivía sola, no sé en qué terminó su historia,
imagino que como todos, y este descanso duró una mudanza a la casa de mami que
tenía un gran patio, y según ella, ahí tendrían los niños mucho espacio para
correr y jugar.
El patio me pareció perfecto para la raza que seguía, los dobermann,
amaba a ésta raza y siempre quise tener uno, aquí compramos la parcela con la
familia y fuimos a buscar los perros, se compró uno le colocamos Popeye, y me
quedé con la perrita que la bauticé como África, odiaba a una mujer que vivía
en casa, no sabía la razón, pero cuando ella limpiaba el patio, ella se lo
ensuciaba, era un odio mutuo, algo sabía la perrita que no sabía yo, pero algo
que encontré me confirmó que las cosas no andaban bien en ciertas cabezas, y el
diablo tocó a mi puerta muchas veces, pero Dios y la providencia estuvieron ahí
también, el resto es cuento secreto, es historia para el viento, pero sí,
todavía me duele el estómago, todavía me arde el corazón, porque sabemos que
los rostros tienen sonrisas, pero adentro, muy adentro, los demonios hacen
fiestas.
África fue más que una perra, ella cuidaba mi hogar y me
protegía siempre, jugaba con mis niños y dormía con ellos, o más bien ellos
dormían en su perrera, abrazados como si fuera una buena niñera.
Una vez en la parcela no me despistaba, ella sabía a quién
odiar y sus motivos, sus ojos siempre hablaban y querían conversar conmigo,
algunas veces adiviné y le decía a las personas: ella sabe a quién deja entrar
aquí, algo le hizo a la perra, o ella ha visto algo para que lo vea de esa
manera, en esto el ladrón se fue, ella recibió mucho castigo de la gente mala.
Ya en mi casa de nuevo, la perrita quedó en la finca, preñada; parió y la
dejaron morir con sus cachorros en medio de una gusanera, mi madre me contó
cuando llegó a verla, no les daban el alimento que les dejaba, corrían detrás
del camión cuando íbamos de visita, los traía de nuevo a la casa a que se
recuperaran de las llagas, pues eran en verdad crueles, los dejaban amarrados
al sol para que murieran pero se resistían, luego otra vez y se hacían santos,
nada pasaba, pero vi pasar la brisa fuerte que castiga en el camino, luego
llegó Orlando, ese día que no quise vivir más un pequeño infierno y decidí empacar todo y regresar a mi vida, al otro día fue asesinado por su propio
hermano y me quedó el recuerdo de un : “perdóneme por lo que hice, sólo cumplía
órdenes”, lo que hacía era arrancar lo que yo sembraba, no era muy importante,
pero fue tan noble de pedir perdón a una vieja tonta y resentida, y a éste
chico ya lo había perdonado la vida, no era malo, fue una bendición su estadía,
porque me colaboraba con los perros y toda esa labor que me impuse, seguro
tenía que estar ahí en mi vida, para soportar tanto desaire y rabia ajena,
tanto odio y envidia, y en esto corrí, parecía una gacela al viento, de nuevo a
casa con todo lo que ahí me esperaba todavía, una gente que me destruyó todo.
Me tocó vivir con Myriam mi hermana mayor que siempre ha cobijado a todos, y
tomar la decisión de traer conmigo a todos los perros, luego de que vomitaban
hojas secas. Aquí fue tenaz, pero al menos estaban cerca de mí para cuidarlos,
y que ellos cuidaran de mí.
Perdón por ser como soy, nací con una gran inquietud por la
naturaleza, pero en esta carrera me equivoqué muchas veces, pero lo que aprendí
de los animales, es que son más fieles y agradecidos que los humanos, y por
esta razón los amo demasiado, sus historias caminan en mi pensamiento, lástima
que no hubo manos más generosas para colaborar, lástima que todo pasó y que
ahora los que están así como Frank, son los últimos suspiros en éste cuento de
la jodedera mía con los perros.
Pero si me preguntaran si volvería a lo mismo, diría que sí,
porque ver esas camadas y esas miradas, esos amores que dieron tanto por nada,
no tiene precio en la vida, ellos no permitieron que enloqueciera.
Raquel Rueda Bohórquez
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