lunes, 11 de abril de 2016

PÁJARO ESMERALDA (52) (A)

PÁJARO ESMERALDA (52) (A)

De tanto dolerme la carne, junté las rodillas,
Recordé que una oración recitaba mi madre en las mañanas,
Para que nos levantáramos felices
Cual gorriones pequeños,
Ansiando del mundo sus migajas,
Pero de ella, ese amor que brotaba manantiales.

Se coló de nuevo el pajarillo de plumas verdes.
¡Cuánto brilla con el sol!,
Pero más iluminan sus alas
La oscuridad de mi aposento.

Me acompaña siempre
En una soledad que me ama y nos abraza,
Nos consiente cual niñas de brazos
Y nos amanta con letras y sonidos de alas
Y hojas que caen y caen,
Bendiciendo de gracia el jardín.

Es un ave que ronda el bosquecillo de mis fantasías;
A veces imagino que es una joya esmeralda
Que vuela de flor en flor y entre el bermejo se queda
Y en el aura de los pensamientos se va.

Perfuma a consuelo,
Aroma cual abrazo fresco de la primavera.

Es el ave alma de madre, tiene su nombre,
Deletrea el mío en su cantar lejano,
Vuela, siempre vuela de mi balcón a la cocina
Y se queda, siempre se queda,
Hasta que se cansan los ojos de vagar
Y el corazón de temblar.

Raquel Rueda Bohórquez
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FAROS (53)

FAROS (53)

Para mí, es una luz simplemente,
Donde la elocuencia de la fugaz energía
Recita un soplo a la esperanza.

Faro entre el oleaje espeso de la mar
Engañando a peces inmensos
Que lo siguen sin freno ni rienda,
Hacia la playa donde los remos no sirven,
Y la carne queda fría con los ojos quietos.

Eres el atalaya que busco, ¡tú mi amor!...
En tu mirada sería la gata nocturna,
En tus ojos el búho a contemplar
Para en tu luz prendida estar
Y poder al fin de placer
Ser la luna que se cuela en tu altar.

Un faro en la estación del tren:
Hasta aquí llegaste, o desde aquí te vas.
Un nacer y resucitar, siempre con la maleta a cuestas
Y la cruz de tus brazos abiertos
Al iniciar a caminar.

Un faro, luz al fin.
Metáfora de la vida
Que en un apagar se va,
Y en un encender regresa.

El faro es la esperanza del ciego,
Es el motivo para el caminante,
Es el señuelo que atrapa tu amor en mí
A donde vuelo y me arrimo,
A donde me cobijo después
Rendida en mis cansancios,
Agotada de tanto querer.

Tú mi faro encendido.
Tú, mi principio y fin.

Raquel Rueda Bohórquez
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ESOS AROMAS (54)

ESOS AROMAS (54)

Esas miradas que acusan,
Esas venerables santas que van a misa;
Luego de la confesión, comulgan,
Abren la jeta como serpientes
Para comerse a Dios.

Las he visto, las he tocado.
Pueda ser que me parezca a ellas,
La hipocresía rondando por ahí.

Sus reuniones denigrando de otras
Para ufanarse rosario en mano
Con esos saberes de memoria
De las oraciones
Que las llevarán al cielo, / ¡pero en llamas!
De tan aburrido que han de tener al Creador.

Adivino sus lenguas mentirosas,
El veneno es oculto a la mirada;
Se llena, se infla en ese colmillo grueso
Que las habita y carcome.

Pusiste tu dedo en mi llaga.
Has reído de mi condena de amor.

¿A quién mientes?
Abrieron mis secretos
Para reír compulsivas
Por esas palabras que brotaban
Sin mentira del fondo del corazón.

Ahora dejo al recuerdo mis pecados,
Nada he tomado, nada recibí.

Tus regalos fueron ofrendas al diablo
Porque otras hicieron fiesta con mis perfumes,
Y otras aromaron sus casas
Con tus promesas falsas
Que jamás fueron para mí.

Raquel Rueda Bohórquez
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PUREZA (55)

A esa pequeña flor
Manoseada en cualquier esquina;
A esa niña que grita hacia adentro
Y sus penas brotan perlas vivas.

PUREZA (55)

En este correr
Quise ser tan pura como una flor
Pero me quedé en el charco
Donde se cuecen los deseos
Y se pierde el fervor.

¡Heme aquí tan silvestre!
Torpes mis dedos escudriñan
Y en ese ocultarse luego,
En ese perderse en desenfreno,
¡Cansancio no más!,
Y ese extraño dolor de rodillas.

Nada es tan fresco como el manantial.
De mi pureza la noche fue testigo
Y ese quebrarse el grito, el ahogarse en mí
Dejó un desteñido rostro
Que a pesar del tiempo recuerda
Ese pecado tuyo en mí.

Me han purificado tus dedos;
Me santifiqué en medio del dolor.

Puras mujeres de plata y porcelana,
Divinas mujeres de rojos escarlatas
Escurriendo versos por las piernas,
Y chorreando angustias por los ojos.

No hay pureza que la maldad no ensucie,
Y en la pesadilla del toro de Bazán,
Perseguida continúa la gacela,
Para entre sus cachos escribir poemas
Y reír luego a carcajadas
De tanta pureza que nos condena.

Raquel Rueda Bohórquez

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AL CANEY (56)

El caney es una casa pequeña de barro, sin puertas; su techo en paja seca en donde se enamoran los cucaracheros y las palomas, alegrando el campo, con esas entradas y salidas felices y contentas, sin saber qué sucederá al vuelo siguiente.


AL CANEY (56)

Llévame al caney donde cantan las aves y los sueños se crecen; ¡ahora tócame y bésame entre la brisa!

Creo que te siento porque me recorre esa misma energía de ayer; esa llama me enciende y estoy a tu lado, somos uno, nos juntamos, volamos en el viento, ¡no sé de mí!, pero sé que estás a mi lado; tengo mareo sin un trago y todo el mundo parece una gran vid llena de frutos.

Contigo parezco un trompo, siempre estoy ebria deseándote. Giro y giro; voy, regreso, para terminar de nuevo en tus sueños.

Pensando que el amor no tiene secretos; es la brisa fresca que nos besa y alienta, entre las hojas secas nos hace bailar, nos mueve dulcemente hacia el rincón más oscuro de la tierra, luego brillará una luciérnaga y tú responderás a ese llamado que nos apaga en un solo abrazo.

Vi una rosa encendida en tu portal, era la respuesta a la luz de mi corazón, sabía que la encenderías para mí, que la oscuridad alcahuetea el amor.

Me prendo, soy amapola con el radiante sol en el rostro y este calor te busca cual flama al pasto seco.

Cuando un amor como el tuyo hace estación en la memoria, no habrá tiempo que lo borre, ni distancia que lo aleje, porque hemos sabido descubrir que para el sentimiento no hay enredo, él va y viene, entra por donde quiere y se instala donde hay respuesta.

 A tu lado descubrí que todos los días son los más dulces, y todas las soledades más acompañadas, si puedo descubrir cada pensamiento que nos acerca en medio de un poema, y nos separa al cerrarse una ventana.

Llévame al caney, hay un árbol florecido donde cantan las cigarras hasta morir, luego veremos sus estuches de cristal y nos contentaremos con haberlas escuchado y saber que la vida es un pasar de golondrina, un canto agudo de cigarra.

Un día todos se enterarán, que de tanto llorar, dejé mi alma envuelta en un cristal y nos juntaremos ahí con una sonrisa de payaso y la mirada más limpia, en un estado donde la maldad jamás podrá tocarnos.

Llévame al caney para que veas que los sueños en verdad florecen.

Raquel Rueda Bohórquez
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ENREDADA EN TI (57)

ENREDADA EN TI (57)

Con un sol tan coqueto, todo día estará lleno de luz y estaré ahí esperándote, ansiosa de tus versos, imaginando que tu amor es real.

Después de todo, los sueños se realizan, o se inventan; ésta es la magia de vivir, y ahora estás en medio de mis esperas y en todas mis ausencias vas y regresas.

La brisa refresca todo, el árbol de la vida nos consuela y nos queremos, otras manos tocan esa luz que es para mí, pero en ésta oscuridad eres mi luciérnaga y soy quien responde a esa soledad que nos une...

Me acompañan sueños de plantas en el patio, nadie arrancará la siembra y veré florecer mis alegrías.

No habrá día en que no te piense, mañana en que no recuerde a una Princesa cantando en el mejor gajo del roble, arriba, siempre elevada con el rostro en el norte y sus ojos cerrados, viendo algo más que el paisaje que divisamos, tocando la realeza con que se abre la luz sobre los tejados y penetra calma por los ventanales.

Ahora mirlo amado que conoces mis pensamientos; ahora que sabes que estoy enamorada de unos ojos negros y que nada cambia, que el tiempo sigue ahí como un anciano árbol que contiene todos los siglos de la existencia: ¿me podrías contar si éste amor es real?, ¿o si también el comején de la envidia y la traición tocará sus gajos, que cuelgan en flores que prometen, y en el camino, una víbora de colmillos venenosos vendrá con su corte, a dañar lo que con tanto amor me das?

Nada pienso, porque en mi pensar te cuelas, hablas por mi boca y en este imaginar arrogante me doblas el cuello, me conviertes en verde enredadera, sin darme cuenta siquiera, que se ha extendido mi anhelo, tocando el canto del ave y abrazando al mejor árbol con cada uno de mis pensamientos.

He florecido en ti sin darme cuenta, desde antes que pensara, ya por mí lo habías hecho.

¿Cómo no agradecer por éstas flores?, las veía de paso siempre, arriba, muy arriba de las montañas, y ahora soy una de ellas en medio del paisaje verde intenso que se teje junto al gris moteado de mis sueños.

Raquel Rueda Bohórquez
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EN EL PORTAL (58)

A ese balcón, a esa ventana con la luz encendida; a ese gato negro en la oscuridad con sus lámparas vivas esperando la noche maúlle un verso de amor para él, a ese sueño de amor, el más grande y completo de todos los sueños; a esa mujer tocando a la ancianidad que ve por su propio balcón, cómo penetran los rayos del sol y acarician su vida y la de otros.


EN EL PORTAL (58)

Después de todo, los sueños son una película corta; tenemos que soñar pasito y no tocar los ideales ajenos. Hay asuntos prohibidos que sólo el alma conoce, pero somos necios en amar, necios en ver hacia la ventana ajena; somos perversos en ajustar nuestro puño en el pecho de otros, y luego, cual espada que hiere, apretarlo fuerte en ese lugar donde ayer nos espinaba y nos dolía demasiado la vida. Más siempre, las heridas más graves vienen de los seres amados y nos cruzan con su espada hasta la muerte.

Ayer soñé que un brazo pequeño se quemaba, luego pienso que ha de ser que vienen alegrías volando en medio de luces que tocan cada estancia, y te veo vestido de negro con ese coqueto mirar, esperando para arañar con ganas un poco de contento en alguna noche, sobre un tejado que nos sea propicio para amarnos cual dementes hasta el amanecer.

Los rayos parpadean, mi ventana sigue abierta para ti, poco dices, pero en cada verso te hallo, en cada letra se conjuga el amor, el verbo más sublime, y recuerdo las espinas del ayer. Me doy cuenta que la envidia es un veneno que carcome, ver a otros bien daña nuestro interior y proclamamos a Dios, doblamos las rodillas de manera repetida, pero en ese mirar que penetra la carne, se descubre la maldad que se disfraza de amistad y siguen corriendo perlas pálidas entre los dedos, ¡María Santísima!, ¡Padre mío!, ¡Espíritu Santo ven a mí!, pero ya hemos colocado cerrojos, para que no penetre la intensidad de su luz que sana todo mal.

Han encendido todas las luces de cada ventana, mi espera es de gradas que van hacia tu corazón, de par en par viéndote venir, el corazón ajusta sus campanas, mi rostro es una amapola encendida.

Parece que soy una niña de nuevo, temo correr ya que me puedo quebrar, entonces me quedo en el muro donde se crecen los girasoles más dorados y levanto el rostro para verlo a Él, y verte a ti, amor mío, con esa bonita sonrisa plena, que hace volar a una gaviota herida que en vez de espantarse, se refugia en ti cada día.

Raquel Rueda Bohórquez
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