miércoles, 16 de septiembre de 2015

OTOÑOS/A Rubén Darío [35]

OTOÑOS/A Rubén Darío [35]

¿Quién hace preguntas a los otoños?
¿Sobre Rubén Darío, El viejo Dandy,
la cucha de las empanadas,
la viejita vendedora de matas
en tarros de Klim sembradas?

¿Quién le pregunta al otoño,
por éstos poetas?

Pasaron como las hojas secas.
Se juntaron en la base de un álamo
y la corriente áspera de sus vidas
se los llevó, ¡con tantas penas,
que no hubo espacio para sus alegrías.

Quisiera preguntar a mi otoño:
¿Qué prisa llevas?
¿Por qué ahora?
¡Me gustaban tanto las primaveras!

Apetecía de caricias como los pájaros,
amaba mucho más que más, /que casi me dolía.

Pero ahora, otoño es una cabellera blanca,
no tengo tiempo para el amor,
porque me enamoré de un fresco lirio
que habita lejos de mi valle.

Pero se va,
se aleja un paso de su huella.

Bailadoras mariposas,
besan lo reseco de mi boca,
y la miel escasa,
como los días que me esperan,
me apartan, poco a poco,
entre veranos intensos 
y  muertas flores sin perfume,
que se juntan también con ellas
en el rincón más dulce de un lago,
besadas por caracolas y payasitos sin risa
que navegan mares y ríos profundos;

sin saber,
que en un rato,
¡no existirán siquiera!...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 16/15

Participación próxima antología Alfred Asís 


TUS OJOS [36]

TUS OJOS  [36]

Se ha perdido esa luz
Que navegaba en los míos,
Siendo centellas de fuego
Que encendían la carne.

Tus negros ojos,
¿A quién contemplan ahora?
Tan efímero fue tu mirar
Cual rayo en un estero.

Brizna entre ramas secas
Danzando entre mujeres
Donde mi ausencia brillaba.

¿Qué ha sido de tus ojos?
¿Que guitarra tocan ahora?
¿En qué paisaje se entretienen?

Tan solo de pensar
Que en ellos iluminaba mi estrella,
Perlas de mar saltan
Y mis penas con ellas.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 16/15





ANACONDA [37]

ANACONDA [37]

Soñé con una gran anaconda que esperaba a su presa, estaba tranquila, movía sus fauces como preparándose para devorarme, ¡soy tan pequeña! lo único que no podría tragar sería mi alma, porque se creció en ese pastizal.

Luego, quise salir de nuevo y no estaba, sentí mucho miedo, pues lo incierto de la noche nos hace cobijar los pies, ¿en dónde estás?, pero no respondió, una inquietud nueva, boca seca, mucha sed...

Rayos penetraron un resquicio mínimo, la oscuridad tornó en dorado, mis ojos enceguecieron ante su fulgor, más en un rato, parecían danzar las ramas en mi árbol, cuando sentí un suspiro suyo cantando en un pequeño gajo. ¡Mi amor!, ¡mi dulce amor ha retornado!

Pico amarillo, patitas de oro, el mirlo regresó y con él mi corazón dio un vuelco, la vida parecía tener sentido, se esfumó la tristeza de ayer por ese mismo resquicio, y me senté a escuchar una balada hermosa, sobre la misma roca del día a día...

Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, sept 16/15