UN
AMANTE EN MI JARDÍN [48]
Y
se abrió de par en par,
a
unos pasos de mi alcoba;
se
llenó de mieles que le hacían invencible
y
él, sin mirar la vio, y sin pretender la adivinó,
prendida
de un gajo,
esperando
un amor.
Luego,
no hubo rito,
nacieron
el uno para el otro
no
hubo cadenas ni alaridos, ni blanquear de ojos.
Fue
un instante,
siendo
abanico entre luces mágicas
que
iluminaban con el radiante sol.
Vi
cuando la penetró, y ella, sumisa se dejó,
y
catleya, esperó de nuevo varias lunas y soles
a
ese amante que su vida multiplicó sin pretenderlo
con
tan solo un coqueteo:
su
aroma a flor.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
abril 11/15
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