lunes, 10 de junio de 2013

JACINTOS 2 (112)


JACINTOS 2  [112]

Mis amados Jacintos azules,
cada imagen los recuerda,
cada canto de ave,
cada sonido del viento...

Enmudezco;
me escondo en el nicho de mi soledad
y descubro sus fragancias:
Son rosas frescas
que parecieran volar por mi estancia
y perfumar mi existencia.

Los retratos colgados en la pared
con la mirada de cristal
/como si estuvieran ahí,
congelados en el tiempo.

Tanto trabajo,
tanto afán terminado en un segundo.
Extienden sus alas,
nuestro calor no es el de ellos.
En el sitio de sus almas sólo hay flores,
cascadas cristalinas
en donde se duchan desnudos,
y allá no existe la maldad,
ni el vicio, ni el odio.

Llegan en un segundo,
se convierten en mi sombra
y de nuevo la roca en mi pecho...

¡Ahí están queriéndome hacer llorar una y otra vez!...
 Se arruchan como diciendo:
"No te afanes por nosotros,
preocúpate por ti, por los que están a tu lado,
porque nuestra historia terminó,
y ahora, sólo estamos en cualquier parte,
a donde tu pensamiento nos lleve
y tu corazón nos guarde".

Raquel Rueda Bohórquez

10 6 13 



ROSTROS (113)

ROSTROS [113]

Cada rostro un motivo,
una angustia diferente,
un deseo insatisfecho.

Pasajeros en éste tren de la vida
Todos tendremos un boleto final
¿Tendremos uno de regreso?

A portarnos bien,
nuestro cuerpo es el cofre
de la joya más preciada:
"el alma",
y ella tiene propiedad privada:
nuestro Jefe.

Por tanto, como nuestro cuerpo es obra de Dios,
a Él debemos proteger y cuidar.

Apartarnos de todo lo que nos daña,
de las personas que no aportan bien a nuestra vida
y que de nada  sirven a nuestro crecimiento
como seres humanos,
para entregar cuentas claras al Creador
y dueño único de nuestro destino.


Raquel Rueda Bohórquez
10 6 13 

BELLEZA (114)


BELLEZA [114]

Busca belleza en tu interior
pues la externa desaparece…

El tiempo es un implacable reloj 
que no se detiene,
y en su loca y silenciosa carrera
arruga nuestra piel
pretendiendo robar 
el brillo de los ojos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla,10 6 13 

ELISA (115)


ELISA [115]

Hoy desaparece la piel de una anciana
bajo un lecho de rosas blancas.

Siempre será recordado quien sembró tanto
y nunca esperó recompensa.

Su rostro de niña feliz
a pesar de cables y puñales,
deja en el huerto de su hogar
una fragancia añeja, vida de trabajos
calidez en el corazón,
de quienes le conocieron.

Marcha feliz, estoy segura…
Un dolor agudo será cantar de cigarras.
Sus lágrimas,
rocío sobre un huerto en el cielo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 9/13

TENGO (116)


TENGO [116]

Tengo para ti, un día lleno de verdes.
Tus carcajadas que trae el viento
donde el amor en una copa vino,
es un desperdicio en malvados labios.

Tengo mi pecho para abrigarte,
querer estar sobre los cerros;
descubrir lo enorme que es el mundo
y de nuestra vida lo pequeños.

Tengo amor mío, un corazón limpio,
temblor de mis cariños para darte,
dulzura de un grande amor de madre
y una oración a Dios para alabarle.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 9/13

DISTANCIA (117)


DISTANCIA/Salomé  [117]

A ésta distancia 
estás de mi corazón
en un espejo a través del tiempo.

En una huella que nunca fue,
agua de manantial sobre las rocas.

Pero mi amor está ahí
cada vez que te recuerdo.

En ésta línea invisible 
e infinita del destino
donde pueda ser, 
que haya otro mañana,
en otro ocaso soñado, 
en otro atardecer…


Raquel Rueda Bohórquez
10 6 13 

ISABELLA 3 (118)


ISABELLA 3 [118]

Nace: Junio/13

Al abrir los ojos,
descubrí que el negro
sería mi traje en verano,
o en invierno.

Que mi rostro estaría un tanto
de cereza encendida;
pero que poco a poco,
un olor me haría descubrir el cielo
en los pechos de mi madre,
y en la dulce mirada de mi padre.

Colores todos y más,
estarían ahí, dispuestos por un Rey
para que jugara con ellos.

Raquel Rueda Bohórquez
10 6 13 


MI PINTOR (119)

MI PINTOR [119]

Domingo 9 de junio/13

Un día más de vida, una imagen tomada por alguien, quien decidió compartir y una loca describiendo una obra de mi Pintor.

Lo primero que detallé, no fue el oro derretido en el mar, parecía una sábana entre negros y dorados, ni la oscura montaña que bordea un lago, o el océano que con sus tranquilas aguas nos deja un cantar, un sueño, una ilusión.

Mi Pintor extendió la paleta para que nos conmoviéramos ante los mensajes que cada día nos regala en forma de imágenes, cambiantes y preciosas, de cada segundo de vida, con los ojos abiertos y el alma dispuesta.

¿Para qué sufres tanto, si finalmente el dolor termina?... /pareciera decir.
Disfruta de tu hoy maravilloso, de éstos segundos viendo hacia la montaña, y allá en la inmensidad de mi silencio y el tuyo, me encontrarás.

Un cúmulo de nubes entre blancas y grises, semejan niños danzando sobre la montaña, libres y felices, rodeados de enormes árboles de muchos colores.

Un tigre tras unas ramas jugando con una mariposa, un ave en medio de ellos revoloteando tranquilamente, y sobre el bosque, una mancha entre negra y gris, que semeja una niña disparando una flecha, que  pareciera venir directo a mi corazón, todo a mi derecha, de una o de otra forma, cambiando, según la manera como lo vea, pues las imágenes que pinta mi Jefe son únicas y maravillosas cada segundo.

Describo ahora lo primero que divisé, que es el centro de la imagen, un triángulo perfectamente definido, envuelto en rayos de sol abiertos, como una mano mágica que nos señala, iluminando el camino de cada uno de nosotros.

Pero lo que hay dentro del triángulo es fácil de ver, lo observo claramente, creí que era un montaje, no lo sé, tal vez, es un pequeño bosque que termina en pico, y allí en el centro, adornada de rosas blancas, la imagen de María, tantas veces vista en sueños de unos y otros y dibujada en un rincón de cualquier sombra, con sus brazos extendidos, en posición de infinito amor y ternura, descubro su velo blanco sobre la cabeza, como hecho de nubes translúcidas de la más fina seda, y una corona de oro maravillosa, su traje es azul brillante, rodeada de varios ángeles pequeños. Defino su rostro con una dulce sonrisa, como si acabara de llegar aquél hijo que marchó cualquier primavera, sin decir adiós.

Vuela hacia ella un ave, y ante el ave en posición de oración, hay un niño ángel a mi derecha, más definido y grande, pues claramente veo sus alas abiertas y sus brazos extendidos corriendo hacia ella, feliz como un cervatillo sobre la pradera.

A mi izquierda, un ave que sale de aquel jardín maravilloso, está volando mucho más alto, con sus alas de cristal muy abiertas. Primero creí que era una gaviota, pero al ver su pico, detallo a una golondrina muy niña, con una mancha negra en su cabeza, que se dirige hacia su propio norte.

Arriba, a mi izquierda, manchas negras que presagian tormentas, pero se alejan cada vez más, como pretendiendo dejar sólo amarillos y blancos, entre el oro fundido de sus maravillas.

Un inmenso árbol oscuro, una imagen de un ocaso cualquiera trata de ocultar su mirada, pero ahí está mi Pintor detallando su obra, viendo nuestros propios ojos asombrados de tan magníficas pinturas hechas con maestría de Dios, que se ensaña en regalarnos cada segundo una de sus mágicas creaciones, para que amemos lo que nos ha regalado, el planeta, y con él la vida de todos los seres que nos acompañan un rato por aquí.

Parece la mirada de un águila bajo la sombra de una enorme ceja de hombre, pero tan mansa como la de un cordero, pide a gritos que lo dejen pastar bajo el inmenso árbol de la vida, pues su destino no depende de nosotros, que nada somos, sino que pertenecemos a su creación divina.

Extrañamente, antes de terminar, observo de nuevo su obra y entre unas nubes blancas, con tonos casi celestes, detallo la mirada de una mujer y sus ojos claros como diciendo: “Aquí estoy sobre la cumbre de todo, donde también llegarás algún día, si haces el bien a los demás, como lo pide nuestro Rey”.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 9/13


OJOS (120)

OJOS [120]

Al describir los ojos de Myriam, ¡qué tristes son!
Profundas aguas, donde la luz no penetra,
y el cielo se hubiese oscurecido con temor.

Sofía pinta ojos negros alcahuetes,
se conjuga el amor como un verbo
y tiene ganados a los luceros de la noche,
callan los amantes,
y suspiran entre sus broches,
tristes ojos verdes.

Los ojos de Dora son tímidos y coquetos.
Decía mi padre, que los más enamorados.
Mansos cual gorrión bajo la lluvia,
y llorones cuando se hieren.

Raquel no tiene ojos…
Se los llevó una madre para el cielo,
los suyos son cometas esmeralda que se alejan
para buscar entre la mirada de un cóndor
su consuelo.

Socorro tiene ojos café soñadores,
siempre enamorada de la vida,
deseosa de la pasión que huye en otras naves,
pero quedan prendidos de pequeños faroles
que llegaron desde un vientre a iluminar su vida.

Los rasgados ojos de Olga han llorado mucho,
sus mieles confundidas, miran de un lado a otro,
pero se quedarán entre azules
viendo a una gigante ave de metal que vaga
escondida entre las nubes.

Rosa María tenía ojos negros,
Fueron la luciérnaga de Mami
Que brilló en vida cual lucero tierno
Tintineando campanitas de navidad
En sus recuerdos.  

Los de Sonia enormes y negros,
aquí el amor se fundió en luna llena,
se copió la dulzura de un poema.
Una gaviota de grandes alas los declama
danzando sobre una roca, que a su amor evoca,
causando a quien los ve, más ardor que pena.

Pero los ojos verde esmeralda
con girasoles pequeños en su fondo,
pecas que parecían montañas
que  en lagos inmensos copiaba
la mansedumbre de la vida,

sus ojos volaron de mañana,
se quedaron en el silencio de un amanecer
y tiemblan en las noches,
cuando el cielo oscurece,
copiándose de luciérnagas que levitan
bajo la sombra de los míos,
si a recordar pretendo.

Ojos de mi madre, mis esmeraldas,
¿en dónde están?

Hace un rato me vi al espejo
y me pareció verlos pasar,
advertí que se miraban en los míos
en un lago de cristal.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/13   


A TU PUERTA (121)


A TU PUERTA [121]

¡Tantas veces ahuyentado
cual perro de tu puerta,
con tus ojos enmarañados
en mi rostro!

Aquí hay suciedad acumulada,
putrefacto mundo que guarda el olor de mis paredes,
corroídas paredes que consumo de a poco.

¡Detente!... no lleves tanta prisa, mira mis manos,
se cansaron de recorrer caminos, de buscar trabajo,
me ausenté del mundo entre hierbas oscurecidas por el sol
¿y ahora, dices que una escoria soy?


¡Deja la prisa!
Descansa un poco cerca de mi rincón,
mi perro vagabundo como yo
lame mis heridas y me acompaña,
nuestro caminar no tiene puerto ni bahía,
se pierde en las canecas con mis poemas,
en donde consumo un poco de tus desperdicios.

Ni orar quiero,
me cansé de doblar las rodillas
por miedo a herirles más.

Regálame uno de tus trajes,
pero no los que se parezcan a mí,
dame uno nuevo, para que digan que soy un hombre,
una corbata para que no rían los que pasan
y no dejan ni siquiera una huella
de su tan mentado ser humano, por aquí.

Dame un maletín para cargar mis harapos desteñidos,
y por favor… ¡regálame una mirada!...
Observa que caminé tus mismos pasos apresurados.
Ahora, no sé hacia donde correr...

Cuando a tu puerta llame,
no me mires con desprecio.
Muchos ricos siguen mis pasos,
la vanidad se pierde con el hambre y los harapos viejos.

Mi dignidad es la sombra que me persigue,
nadie quiere mi olor a mugre, a viejo de dientes podridos,
ni el huerto donde descanso con mis inmundicias,
ni éste olor que sabe a pobreza de corazones
donde mi vida es la sombra de un cóndor,
pasando sobre un pálido cielo que no alcanzo a ver.

Si no me vas a dar nada, no te rías ni te burles,
tendré que ir a tocar a otra puerta,
pero ésta vez, me vestiré de mujer.

Raquel Rueda Bohórquez 

Barranquilla, junio 9/13

TELARAÑA (122)

TELARAÑA [122]

“No sabe la mosca lo que la araña teje”

Entre sus marañas un fuerte hilo
que al unir se volverá de acero,
y al querer pasar 
por donde no conocemos,
una trampa mortal será
para el desprevenido.

Raquel Rueda Bohórquez
10 6 13 

DE PLAYA (123)


DE PLAYA  [123]

¿Creíste que moriría sin tu amor?
Cada día presenta un azul diferente,
un paisaje divino que me llena de tibieza.
La serenata incansable del mar,
sus lágrimas que se enredan con la playa,
y las gaviotas que se alejan con su cantar.

Una suave brisa de la tarde
acompañada de cariños y dulzuras.
Sentí que todo lo malo queda en el pasado;
desapareció entre las olas el dolor
y sanaron viejas heridas.

No he muerto,
estoy más viva y feliz que ayer.

Una carga de mentiras cayó
dejando liviana la mochila.

Ahora camino descalza y mansa
detallando lo que ayer tenía olvidado
por andar perdiendo el tiempo 
con tu hipocresía.

Las caracolas parecen correr con sus casitas brillantes,
unos pies descalzos anuncian al ermitaño
que despojado de penas,
se adueña de un vacío lecho,
protegiendo su alegre figura.

El ocaso estuvo ahí, 
pero un sol que no quemaba
en su despedida regaló cambiantes colores, luces navideñas.

Perlas de mar brotaban de las rocas,
y la espuma danzante, 
fue viajera sin rumbo,
atrapada en los ojos, 
una y otra vez.

Niñas locas parecen las olas,
pero las de hoy en su apacible viaje
besaron la desnudez de los cuerpos
que se abocaron a su amor sin desperdicio.

Es hora de marchar a repetir los días,
mañana es seguro que regresaré.

El mar es mi destino,
sus azules aguas me enamoran.

Mi amante se vistió de traje de colores
escondiéndose aprisa tras las nubes,
y la primera estrella empezó a brillar.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 9/13



A MI AMOR (124)

A MI AMOR [124]

Sé que estás en la melodía del sol sobre las montañas,
en el verso de amor de las aves al levantarse felices
en alas de un cóndor y su mirada fija...

Estás sobre la copa de un árbol,
bajo una roca o en el resquicio de mi puerta.

En el ocaso amado y dulce de mis días,
en mi tiempo, segundo a segundo, descansado conmigo,
o corriendo aprisa, de niño juguetón en cualquier camino.

Te veo presente en los ángeles heridos
que deambulan por ahí con hambre,
en las carcajadas de felicidad de quienes encuentran su camino,
en el éxito de unos y las caídas de otros.

Tan aquí, tan allá, tan en la brisa que penetra mis pulmones,
omnipresente amado mío,
mi sol del mediodía fuerte y ardiente.

Verde de las ramas del último invierno,
aroma de la primavera que se anuncia…

Colibrí que surca los jardines cual joya feliz y dadivosa,
flor que se regala, para que los ojos te admiren y adoren;
otoño en mis cabellos de plata.

Estás en la pequeña abeja que fabrica su panal.
Eres el dulzor repetido una y mil veces
al nacimiento de cada criatura.
Perla que revienta a la vida
para cantar y volar libre por el cielo.

Si amor, mi amante de luz,
mi cielo azul encendido y bordado en estrellas.
Eterno rayo de mis nuevos días,
descanso al apagar mis lámparas para esperar la noche.

Hacia ti, tu norte mi destino 
buscado y anhelado.

Eres la roca donde cada día descanso,
que me hace sentir tranquila y abandonada
a esa voluntad tuya sin mentira.
Queda en el ayer el dolor,
ahora se reposa bajo tu higuera.

Mi hoy es tu presencia,
rosa dispuesta en un cristal
para decir que eres todo lo que advierto,
y que sin ti nada soy,
ni siquiera bruma al pasar.


Raquel Rueda Bohórquez
10 6 13 

MAMITA (125)


MAMITA [125]

Madre en tus brazos tibios
el sueño de otro día esperaba.

Regazo donde tu leche blanca y dulce
era el manantial más ansiado.

Pedacito de Dios, ¿en dónde estás?

Un día nuevo para recordarte,
mis ojos de prados tiernos,
mi rosa blanca tan de Él.

Aquí estoy contigo nuevamente,
escucho los cascabeles de tu corazón.

Me embeleso en las flores de tus pechos
y descanso plácidamente,
viendo tus luces encendidas
y escuchando las dulces notas de tu corazón.

Raquel Rueda Bohórquez

10 6 13 

MIRADA DE ÁGUILA (126)

MIRADA DE ÁGUILA [126]

¡Qué pequeño punto eres en el universo!
Pero tan grande que puedes volar,
cierra los ojos, abre tus alas y comienza a planear.

He visto desde aquí el caminar del hombre.
La gran obra del Pastor, las sierras la consumen,
el fuego de sus almas destrozando un nido
donde creí vivirían felices mis niños.

Desde aquí sus maldades sin nombre,
depredador que acaba con su propia especie.
Los ángeles que retozaban en las praderas
sólo desperdicio son para adornar sus falsas obras.

Mi madre herida llora gotas de sangre,
su vientre se desvanece entre grandes palas,
el filo de sus cuchillos son de doble faz,
la mentira y falsedad habita en sus almas.

Un cambio se aproxima en los jóvenes,
los viejos con sus vicios enseñados, marcharán.
Cantores nuevos vendrán en su reemplazo
y sobre el cielo un águila les observará.

¡Corre!... Se avecinan días tristes,
sus culpas a nadie echarán.
No hay cerros que aguanten leves brisas,
vomitarán montañas hirviente lava.

Un aguacero tras otro nadie contendrá.
No hay brazos fuertes vestidos de traje verde
ni musgo que contenga las rocas,
ni orquídeas que jueguen con las ramas.

¡Qué no digan que soy castigo!...
Se dedicaron a saquear y a robar.
Sus horas están contadas bajo la higuera,
sus manos retornarán vacías
clamando otro paraíso para llorar.

Raquel Rueda Bohórquez 

Barranquilla, junio 10/13 

A ÉL (127)


A ÉL [127]

Buscando amor
encontré una rosa.

Anhelando tus labios
envenené mi alma.

Deseando tus brazos
me perdí de los míos.

Búsqueda donde lo que anhelaba, 
ya lo tenía.

Descuidé un poco mi jardín,
pero el colibrí retornó 
con sus platinadas alas.

Con nuevo coraje 
me dijo que me amaba
y acepté de buen agrado su mirada,
para quedarme otra vez bajo sus alas.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 10/13