martes, 4 de junio de 2013

CALORES DE MARY SOCO (143)

CALORES DE MARY SOCO (143)

Hay un tipo en un rincón,
tiene las manos puestas en un ratón
que manosea y manosea
al pensar en ella. 

Es tan intenso el calor en Barranquilla
que imagino a todos con el ventilador a tiro
y el azogue que deja la llamarada encendida
dejando rojos florecidos.

Admiro el frío, más el invierno espero.
Los cristales de hielo sobre la piel desnuda
Mi hermana Mary Soco  con gran desconsuelo
viendo a su esposo por ahí tendido.

¡Ay!... el impulso de mi corazón me hace correr
una nevera abierta, un aire con la condición de un recibo.
Me convierto en cenizas ante fuerte verano
soy la hoguera que mata el sol 
y entre las cenizas, el púrpura que incendia
que se aviva, con mi ventilador.

¡¡Corre!!... revienta la hamaca que el día es largo.
Curtido y negro como su ocupante
deja una huella parecida a su cuerpo 
¿y la gelatina? por ahí colgante... 

¡Aprisa!... me cansé de la seriedad de hoy,
unas papas chorreadas al vapor.
¡un cenicero por favor!
que vienen los amantes enloquecidos
buscando el fresco de un nuevo día.

¡Corran! ¡corran!, se incendia la vida
y éste calor de hoy me tiene enloquecida
buscando un poco de frescor en éste pesado verano.

Aquí no hay rimas...
Combina ese negro 
con el rostro blanco de mi hermana,
y esa hamaca curtida a rayas
con semejante intensidad de 42 grados
con una bañera llena de pétalos perfumados
y en vez de baño espumoso, 
un viejo pervertido 
con algo enredado en sus manos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 4/13








A MUERTE (144)

A MUERTE  [144]

Me llamó la palabra
cual si fuera oscuridad.
Siendo una huella tal vez
difusa viene con dientes de plata
en lóbrego traje.

Vanidad se hizo a un lado.
Marchó soberbia,
bajó el rostro arrogancia
y demarcó en sus labios
la sonrisa eterna.

No hay guadaña…
Es una sorpresa, la sorpresa
que nos impulsa y eleva.

Tal vez un llamado le incite.
Enmudecen blancas auroras
y el mutis del ruido
si esa luz extraña nos llama
a un sendero sin alas.
Una llama sin vela
una barca cruzando,
una mano que llega
una luz que no hace sombra.

Al fin, no hay sobresalto.
Se congela el tiempo en los ojos,
Y una garza espera su ocaso.

Bulle la vida de nuevo,
pero ella, la parca desnuda,
se convierte en la sombra
que ríe a carcajadas.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 1/13 

MI ÁRBOL (145)

MI ÁRBOL [145]

Alguien recordó hoy que debía hablar de él, mi árbol. Lo adopté hace muchos años, dije que nunca lo derribaría, mi mano no tocaría una sola de sus ramas.  Ahora recuerdo muchas cosas de él; fue la mejor semilla de un mamoncillo que trajo mi esposo de la Guajira, parecía un limón, tan deliciosa su carne rosada, que al llevar a la boca todo fue dulzura, y me enamoré enseguida de sus semillas, las cuales quise sembrar aquí o allá, pero adopté la mía, ella sería igual a mí, estaría en los buenos y malos momentos de mi vida y también dedicaría muchas horas, a escuchar todas las voces que provenían de ahí.

Cierto día, de aquéllos en que todo nos sale mal, la salida de la finca con mucha tristeza, la llegada a una casa que nunca fue mía, con mis perritos hambrientos y mi soledad interior, mis fracasos uno tras otro y levantarme a recitar una oración, a buscar a mi princesa hermosa que era quien me consolaba y bajo su cobijo de enorme roble que conocía todo de la vida, me sostuve, y continué mi camino, dándome cuenta que sus oraciones eran milagrosas y que podía contar con ellas, pues ningún daño me tocaría tanto, que no pudiera levantarme de nuevo.

Recuerdo de aquélla triste vez con mis harapos a tiro, con mis chécheres viejos de aquí para allá, tanto maltrato y desconsuelo, siempre buscando la manera de ser feliz con mis niños a pesar de la crítica, de la pesadez que a ratos nos vuelve indolentes ante los problemas de los demás y nos hace cometer terribles injusticias, venía a mi casa que había dejado en alquiler, pero también fue un desastre, esas personas me arruinaron todo, derribaron los árboles frutales del patio, y bueno, venía tan triste a ver si la inmobiliaria los había sacado, cuando una sorpresa me espera. Mi hermoso árbol de mamón que había sembrado en la puerta no estaba, éste golpe fue terrible para mí, me senté en un andén cerca de mi casa, no pude controlar mi llanto  y desconsuelo, esto fue la tapa de todo, no creí que me doliera tanto, y  volví sobre mis pasos, el único motivo era que tenían que colocar un pequeño aviso: “SE HACEN TRABAJOS EN COMPUTADOR”, y por esto le dieron segueta a mi precioso árbol, dejándolo a ras de piso.

Imagino que le echarían agua caliente, pero lo cierto fue que a los pocos días regresé de nuevo, y para mi sorpresa, esa gente se había ido, y de las fuerzas que le quedaron en sus raíces, empezaron a salir pequeños brotes que hoy convierten a mi árbol en un ejemplo para mí de fortaleza y superación.

Creo que los dos estábamos igual, tristes, dolidos, abatidos ante la vida, pero el maravilloso sol, que es el Dios dueño de ella, y que nos consuela, nos reanimó, nos hizo levantar el rostro, y entonces me abrazo a él con disimulo, de vez en cuando, pues aquí todo el que hace algo, dicen que es un “raro” o un “loco”. Ahí encontré a Yayita comiendo de sus frutos, por ahí pasó un águila, un gorrión, anidan las pequeñas palomas, bota sus hojas dejando el piso lleno de amarillos y verdes maravillosos y descubre sus ramas como un niño nuevo, vestido de  mágicos verdores, que desea estar, ser , crecer y morir en su tiempo, como debe ser la ley de la vida para todos.

Recuerdo aquí la foto que le tomé a mi muchachito Anderson besando a Verónica y su ingenua sonrisa, un beso de mentiras para una foto, pero un recuerdo que perdurará para siempre.

Aquí compartí con mis niños su nacimiento, su niñez preciosa, su juventud, un abrazo con alguien, una pequeña historia, una carcajada, un trago dulce o amargo, un café caliente con mis padres.

En mi casa murió mi viejo y me acompaña su silencio muchas horas y segundos, como un ángel de luz sobre mis hombros.
Conchita me hizo recordar que todos debemos tener un árbol, alguien que se nos parezca, ha de ser nuestro propio interior, pero tengo el mío, maravilloso, enorme, de grandes ramas.  Siempre alguien dice que le pode, pero no lo heriré una vez más, dejaré que el tiempo se encargue de él, pues su crecimiento tiene que ver con mi propia vida y su muerte también.

Ahora mismo todas las aves están silenciosas, pero mañana, al amanecer, él se encargará de recordarme que tengo mis obligaciones pendientes, mientras aferrado a su propia cárcel como la mía, se limita a ser y estar, componiendo versos con la brisa que viene del Río Magdalena y entonando cánticos, con todas las aves que buscan un remanso bajo su alar.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 1/13

ME ACONSEJO (146)

ME ACONSEJO [146]

Sí, hoy quiero aconsejarme algo, dejar de rezar tanto pues no vale la oración si al terminar, empezamos a denigrar de los demás, y hacemos enrojecer en público a nuestros hermanos.

Me aconsejo no regresar al sitio de las personas que me odian, darme un espacio para mí, para mis hijos, para mis cosas.

Acomodar mis chécheres y sacar lo que no sirve, lo que está de más, tener únicamente lo necesario, y el resto regalar o dejar en la puerta, para alguien que lo esté necesitando.

Quiero aconsejarme a dejar de estar dando consejos, pues mientras no arregle mi vida interior, no puedo exteriorizar nada bueno a otros, la hipocresía no va conmigo, me la sigo aconsejando, la mentira no me cuadra, me gusta la verdad aunque duela, pero quiero darme el consejo de esperar que el tiempo sane las heridas, y ya está bien, conozco a mis enemigos y debo apartarme de ellos sin remilgos.

Llamar a una amiga de vez en cuando, ver a los ojos a un anciano y aprender de él, sus errores y aciertos lo han hecho lo que es hoy, una persona sabia.

Dejar de creerme una santa o manifestar que soy la más pecadora de todas. Mi consejo es no aconsejar, pues cada quien termina haciendo lo que desea, sin importar si le conviene o no, finalmente esto es parte del aprendizaje y cada ser tiene su roca en donde estrellarse, es necesario que así suceda, para que se levante, respire profundo, analice su propia vida, corrija sus errores o la siga embarrando.

Dejar de estar tan metida en Facebook y dedicar mi tiempo a mis escritos, esto se está volviendo muy amarillista, se muestra mucha violencia y el fin era algo social, de amistad, de cariño, muchas personas sólo entran a fisgonear tu vida y a imaginar cosas para darlas por ciertas.

Conservar a mis pocas amistades de siempre y sacar de mi muro los que nada le aportan a mi vida. Me encanta la poesía, las bromas, reír de la vida, por aquí hay mucho dolor y éstos espacios nos sirven para descansar un poco, desenrollar la madeja de la vida y transmitir aunque sea una carcajada, a muchos que están solitarios y entran a buscar un hilo invisible a través de la pantalla, para ser escuchado.

Dejo otra roca por aquí, mi bulto se está poniendo liviano, tan liviano que puedo decir que he adelgazado bastante, y mi alma, cada día está más preparada para el paso siguiente.
Monachito, siempre en nuestro corazón, hoy en casa de tu madre, mañana en cualquier otro sitio, pero en son de paz, la guerra ya nos ha hecho sufrir bastante.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio/13

PAYASOS (147)

PAYASOS [147]

Al verme al espejo descubrí algo:

Soy tan payaso 
como el resto de mundo que me circunda.
Ahí está la magia, seguir siéndolo,
pero sin dañar a nadie.

Sonreír a pesar de todo, 
y llorar en silencio,
escondida en mi propio rincón,
pues a ratos nuestro dolor puede gustar a otros
y nuestras alegrías,
serán heridas para quienes nos odian.

Detallo las sombras de la muerte.
Se avecina, callada y sigilosa…
A mi espalda me hace guiños y sonríe,
como quienes causan el mal y pronto  olvidan.

Payasos, eso somos.
Tristes caminantes que muestran los dientes 
a un espejo muerto,
a esa huella que marcha si deseas,
y regresa a verte a través de tu propio antojo.

Dame un beso de tus tristes labios
y llora un momento ahora,
para que puedas escuchar sus carcajadas.

¡Píntate de nuevo!
Se ha corrido la pestañina
y tu traje de luces
ha perdido el brillo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 4/13










OPULENCIA (148)

OPULENCIA [148]

El hombre cree que vivir en la opulencia, es la felicidad,
y pasamos por alto que es en la simpleza de todo
en donde la hallamos.

El colibrí no sabe lo joya que es,
nunca se ha visto al espejo,
sin embargo, cada día regala a una flor un beso
y ella devuelve la miel de su corazón,
para entre los dos,
llenar la pradera de cantares.

Pasamos la vida buscando riquezas,
y en esa búsqueda envejecemos,
para darnos cuenta
que de nada sirvió tanta carrera,
si en ese afán 
pisoteamos al inocente para conseguirla.

No podremos lograr más
de lo que la providencia nos regale.
Por más estudio, trabajo y sueños,
cada persona tiene un destino marcado.
Creemos ser quienes cambiamos nuestra suerte,
pero ella viene con nosotros desde que nacemos.

A orar, espero no haya una lanza contra nadie,
no vale doblar las rodillas
si tenemos la lengua dispuesta para herir.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 4/13

APRENDIENDO (149)

APRENDIENDO [149]

Me enseñaron las aves a pescar,
a trinar aunque prisioneras.
Me enseñó el tiempo que nada es para siempre.
Aprendí a reconocer a los amigos, no por las palabras,
los descubrí en sus silencios y en los míos.

Camino cada día un poco más, para reconocerme.
No espero que nadie lo haga entre las sombras
sino a la luz de un nuevo día,
que nos encuentre dispuestos
y el diálogo abra esa puerta cerrada.

Espero de un cardo sus hermosas flores,
de un hermano su aliento en las caídas,
su abrazo al levantarme,
su compañía en la soledad.

Que no juzguemos severamente;
el tiempo nos dará la razón,
es juez y verdugo que nada perdona.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 4/13

EL RUEDO (150)

EL RUEDO [150]

Abre una pequeña puerta para que entre,
más al continuar con mi fuerza y valentía,
/sus gritos son elegías a la muerte.

Escucho  entre la multitud sus carcajadas,
el licor  emborracha y envenena sus almas
y elevan sus copas, muestran su  interior
mientras estoy a merced de sus espadas.

¡No huyas cobarde!...
Me has arrinconado y no tengo a donde ir,
clavas una y otra vez tu daga sobre mi lomo,
ríes del color pálido de mi vida.
Parezco manantial enrojecido
dejando níveos amaneceres en mis ojos
donde no aparecerás.

Tus brillos enceguecen mi alma y trato de danzar.
Bramo con un desgarrador mugir que viene de arriba
y ante mi furor, levantas tu espada de nuevo,
tu lengua pervierte mi desnudez
y se aniquila mi voz.

Mis ojos no sangran perlas de sal.
Mi boca es una mueca silenciosa,
mis heridas quedaron abiertas para todos.

Escucho sus voces arrogantes y sus risas malévolas.
Felices quedaron al dejar mi vida expuesta,
y mi voz enmudecida.

He pagado mi culpa por amar.
Mis praderas ya no son verdes.
Perdido estoy entre azules y celestes;
los blancos me pertenecen y soy parte de la aurora.
El dolor… ¿existe el dolor aquí?...

Coloca mi cabeza de adorno,
ríe a carcajadas por el ardor causado.
Serás el Quijote de tu propia historia
valiente loco que de mi agonía vives,
y de las rosas rojas de mi sangre te ufanas.

Queda entre las rocas del bosque mi alegría,
los suspiros de un amor que danza risas locas.

Huyo hacia los cerros donde anida el águila
y me dejo llevar de su cayado, mansamente…

Raquel Rueda Bohórquez  

Barranquilla, junio 4/13

NO HUYO (151)

NO HUYO [151]

No huyo, corro…
Danzan gaviotas enamoradas
y en un nido de blancas perlas,
brotan a la vida cantares.

No huyo, navego en mis silencios.
Blancas notas esperan un poco
y las manos del músico se elevan
para caer despaciosas y provocar un himno
que tiene alas para volar.

Me escondo del mundanal ruido.
Son las cumbres elevadas, mi anhelo.
Ojos mansos de mi Pastor parecen ocultos
pero me guía su voz.

Pasean mis manos sobre ideales añejos.
Extiendo mi traje dorado sobre los pastizales.
Mi cabellera se mueve al vaivén de la brisa
y relincho fuertemente,
para que comprendas que te quiero.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 4/13