jueves, 30 de mayo de 2013

TE BUSCO [9]

TE BUSCO (9)

Te busco entre las sombras,
Cuando bajo las rocas grises,
Si las palabras oscuras me maldijeron
Dejando grandes heridas y cicatrices.
Te busco y más te alejas,
Pero mis hambres tienen prisa,
Mis garras un motivo para afilarlas
Pues alardean cantares junto a la brisa.

Te busco en la salida del sol…
El corazón de ese Dios que nos entibia
Quien en el ocaso de cambiantes colores
En su espectáculo se muestra,
Y en sus auroras nos acaricia.

Te busco, pero estás aquí…
Eres la roca donde descansan mis dorados pies,
Eres el agua cristalina que besa mis ojos,
Ese motivo que me impulsa y alienta
Como a la mujer la mies.

Y en un instante, en un parpadeo,
Eres la estrella que asoma y brilla.

Me sacudo para aferrarme luego,
¡Que no se quiebre mi endeble rama!...

Vuelo con el regalo de mi hoy
Que nació, para regalarme la vida.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 30/13

LLAMADOS [10]

LLAMADOS [10]

Bello mantener la llama del amor encendida
Y que no hagamos llorar a nadie.


Por culpa del amor nace un poema
Y por culpa de él, abre una flor.

Si es el amor tan bello, ¿por qué duele?
Además lo marcamos como pecado,
Si amar es el verbo que nos permite crear
Siendo el odio y la maldad
El único yerro.

¿Puede un ave trinar sin motivo?
¿A quién cantará, si no hay quien se arrodille?
Pero de sus pequeñas alas abiertas
Un esponjado corazón se advierte
Palpitando entre las ramas.

Es del amor el perfume de las rosas
Que invitan al colibrí sediento,
En tanto en mi aposento descuidado,
Un águila hace su llamado
A ese novio que espera impaciente
Sobre la copa del árbol más alto
Alardeando de verdes con los morichales.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 30/13


HABLANDO CON DIOS [11]

HABLANDO CON DIOS [11]


Buscando la manera de hablar con Dios, leí la Biblia y me cansé, me aburrieron los pastores apostados desde el amanecer en mi puerta, las oraciones repetidas una y mil veces, entonces busqué el silencio.


Me arrodillé, no me doblé ni me azoté. En vez de agachar el rostro lo levanté y vi cómo las nubes corrían, jugaban, parecían pequeñas niñas.  

Era tal la magia, que de caballos blancos y negros, empecé a descubrir ovejas tan níveas y mansas, que me pareció ver que seguían en grupo, una tras otra, hacia el mismo fin.

Pero no lo encontraba, un poco de tristeza se advirtió en mi rostro, pues quería ver su figura, sus ojos como llamas vivas viendo a los míos, ya que me creía tan santa y rezandera, que imaginaba que tenía el cielo ganado, porque no había matado a nadie, pero no, el cielo lo tienen ganado mis ángeles, los que extienden sus alas y vuelan, mis muchachos de las praderas que corren por su vida cada segundo, yo tenía que purgar mis pecados aquí, viendo la magnífica obra de Dios, y dándome cuenta que era responsable también de su destrucción.

Decidí que detallaría las ramas de un árbol, lo magnífico que se levantó siendo tan solo una pequeña semilla. 

¿Qué prodigio haría que su fuerte tronco, fuera hoy, el cobijo de muchas aves pasajeras, y que sus frutos dieran alimento a otros tantos?

Admiré un camino de hormigas tan diminutas, que corrían presurosas con su carga, sabían el camino exacto, no se perdían, y a una señal, todas continuaban, tenían una hermosa misión en la vida, la cumplían a cabalidad, ¡tienen vida!... ¡tienen corazón, tienen alma!, estoy segura que también poseen sentimientos, porque si advierto a una herida, todas se afanan, la toman y le ayudan a levantarse.

¡Dios!... Dios... te busco cada día y no te encuentro; camino y camino, o me siento aquí a escribir locas letras y no sé si estás, entonces busco música, tal vez en la música te halle, o ella me ayude a verte, si detallo bien hacia las nubes, pero en un segundo un aguacero, al momento el sol maravilloso, tibio, como si fuera el corazón de Dios, pero no te veo, estoy ciega, creo que tal vez ahí tampoco te hallaré, porque no veo la luz que ilumina mi penumbra.

Decido caminar con mi madre y en un momento levantamos el rostro, pasa una linda flor voladora de suaves colores y nos preguntamos: ¿qué la impulsa a volar de esa manera tan linda?, parece un juguete creado por alguien, para nosotros, pero una honda le hace caer, y sigo buscando a Dios, mientras mi madre toma su rosario.

¡Mira!... quedamos silenciosas...
Recuerdo de ese día un arco iris inmenso cruzando el Río Magdalena... ¡ahí está Dios!... no en el arco iris, no... está en ti... en mí, en las aves que pasan por tu lado y muchas veces olvidas que también tienen hambre, en el árbol que empieza a florecer a pesar de ser verano... 

Dios es todo lo que existe.  Él no tiene iglesia, su iglesia es tu corazón, su mansión es tu alma...

Desde allí dejé de rezar tanto y repetir lo que otros repiten como loro borracho, recordé el verde de los ojos de mi princesa, también que Dios está cerca, tan cerca de mí, que si me abrazo, estoy segura de que lo abrazaré a Él.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 30/13

OJOS [12]

Elizabeth Taylor.


OJOS [12]

Ojos que de mirar de cielo

Bajo las sombras de un alar te sueñan,

No dejes de verlos por traicioneros

Ni porque una alondra de paso;
Ni dejes de mirarme porque te quiero
Ya que al hacerlo sin tu espejo muero,
Y al no mirarme en ellos
Regresa de nuevo mi desconsuelo.

Ojos que enardecidos bajo su ala
Donde el calor del día te hace correr aprisa:
No dejes de ver las cambiantes nubes,
Ni los inviernos llorones, abrigados de sauces.
Ni dejes de ver los cambios en el estero
Si las brisas se antojan de tus luceros
Y los míos, embelesados te buscan
Entre el álamo donde se ocultan pasajeras aves
Y los zorzales inician sus cantos de primavera.

Ojos de mirar lánguido, que brillan en otros cielos.
Pálido espejo que en triste noche
Es una sombra que pasa y pasa,
Y con la música de viejos acordes, hoy me acompaña,
Buscando en ellos tu serenata,
 Y en el brillo de tus perlas verdes
Un poco de calma.

Ojos de niña asustada ante la penumbra
Con viejos duendes que pronto regresan,
Enmudecen los labios, se agitan las manos;
El brillo de candelabros fríos, se adornan de flores,
Y el canario prisionero de mi vecino, 

Una vez más, canta…

Pero los ojos, débil cofre donde se guarda el alma:

¡Aquí no hay engaño!, ellos son el escapulario de María,

Ahí se cuentan las perlas pálidas,

Y en matizadas esmeraldas, se le reza a la vida,
Según los pasos del caminante.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 30/13