viernes, 19 de abril de 2013

EN VUELO [66]

EN VUELO  [66]


Aquí voy, 
no estoy corriendo, 
¡vuelo!...


Saboreo cada son 
y canto de viento,

su aroma es el infinito
lleno de rosas,

el tinto campesino, 
tus labios ardientes...


Aquí voy con las flautas,

mi pequeño reposo en el camino,

pero ellas me hacen danzar, 
es mi tiempo

para dejar una huella en el aire...



Aquí voy, sin prisas...

Mi contento son tus labios,

mi alegría saber que existen.


Mi amor,
mi amor,
¡cómo te quiero!...



Voy ahora veloz,

soy un colibrí tras las flores,

gaviota tras las olas,

doncella temblando
su primer beso...

Raquel Rueda Bohórquez

19 4 13



LLUVIA [67]

LLUVIA [67]

Se escuchan truenos en éste instante.
Habla esa voz desde las montañas
y el miedo nos encuentra al descuido.

Empieza el sirimiri  y ronca el mar...
El río se enoja y todas las inmundicias lo toman.
No deseo hablar, prefiero enmudecer...

Mañana todo será contado...
Fuimos advertidos en muchos amaneceres,
muchos días de granizadas y pesares.

Pero no digo nada,
estoy a la deriva
y me oculto para orar.

Tengo miedo,
una gran roca diviso…

Ahí estaré mi Jefe amado.

¡No te olvides de mí!

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 19/13

EL MANANTIAL [68]

EL MANANTIAL [68]

Encubierto con el musgo de los cerros,
oculto entre las ramas muertas,
una vena de mi madre, sus latidos,
tímida leche brota de su vientre.

Y fue hombre que entre sol se bautizó.
Fue beso algún día, con las orquídeas y las ranas.
Fue novia de blanca cola al desnudar tal suerte
y convertirse en  tímida galana.

Y la niña sin miedo ante incierto destino
abrió la falda y se dejó amar del sol.
Corrió veloz por las heridas ya marcadas
y hasta el manso río su fortuna le llevó.

Allí las novias de otros mansos nacimientos
se fueron aunando, para darle ánimo y fuerza.

Ciertamente que el bravío del ayer está muriendo,
se encauza su poder hacia otros inventos irracionales,
y del mar lo alejan prontamente.

Bulle de nuevo el furor del cielo…
Cascadas que se elevaron,
hoy bajan con alivio.

Se llenan los bosques de vida nueva,
y otra vez el manantial,
la novia,
el río,
el mar…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 19/13 

NUESTRO CHICO [69]

Nuestros chicos. A la izquierda Anderson y mi hijo.
Mi muchacho fue quien vio el accidente y lo llevó a la clínica con un
lamentable final.


NUESTRO CHICO [69]


Ahí estás, el destino te puso al lado de alguien. 

¿Podemos comprender la vida?
No comprendo, pero hay un misterio
que nos hace doblar las rodillas,
nos permite ver hacia atrás
y encontrar casualidades.



La providencia, la suerte, el destino…

¿Quién se encarga de probarnos?
Sobre el fuego seremos vencidos,
nuestra vanidad agotada antes de la aurora.



Allá estás mi niño,

Con tus calcetines azules,
con el sonajero de tu alma
en nuestro corazón
haciendo preguntas sin respuestas.



Y vaga una golondrina en el cielo,

el tornasol de sus alas te recuerda,
danza con el brillo de otras tierras
que se nutren de polvo de estrellas.



Ahí estás, congelado en el tiempo,

y nuestro dolor cada día más profundo.

Pero hemos de soltar las amarras
para comprender que será también mañana,
tal vez ahora mismo,
que debamos volar a tan incierto camino
donde las sombras serán luz en otro ocaso
en otras madrugadas...



Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 19/13 

¿QUÉ TIENE EL MAR? [70]

¿QUÉ TIENE EL MAR? [70]

¿Qué tiene el mar,
que de sus aguas cantadoras
enamoradas viven las gaviotas?

¿Qué de sus azules
y marineras estrellas?

¿Qué hay en ese acantilado soberbio
que recibe cada beso con su canto?

¿Qué tiene el mar que me embelesa,
que llena de dulzuras mi alma?

¡Bendito color!... índigos y blancos
donde mis ojos se extasían día a día
y en el rumor de su voz te encuentro.

Deja a la sirena soñadora en tu regazo,
ahí las caracolas marinas silenciosas
se aman ardientes y a solas...

¿Qué tienes mar
que de ti vivo enamorada,
del brillo del sol si en tus aguas
es una estela de oro se derrite
para dejarse morir en un ocaso?

¿Qué tiene el mar?...

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 18/13

UN BESO [71]

UN BESO [71]


Un beso tibio,

tu lengua, la mía...


Tus plumas, 
tornasol en mi ventana;
pero mi corazón es una necia campana
sabiendo que eres ajeno a mi amor.


Con un sólo beso, tan solo uno,

amante de sueños,

a través de la pantalla mi anhelo

para cantarte  mis amores.



Entre tus labios declamar un verso,

tomar la miel rica de la vida

con los ojos cerrados,

dispuesta a un nido

a una enramada,
a un árbol…



Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril/13


.CONCHITA ESCUCHA [72]

CONCHITA ESCUCHA [72]


Escucha,  escucha el sonido del viento,

las voces que salen del alma de Dios...



Escucha amiga... ¡escucha!...

La voz de los niños del bosque

los chillidos agudos 
que los hacen danzar bajo la lluvia
y adorar el sol de sus mañanas.



Escucha el sonido de las flautas,

ahí está el amante, el hijo, la madre...

Están quienes se fueron a casa
y nos harán despertar en un mañana.



Escucha a los mirlos negros... ¡son tan hermosos!

En su dorado pico tienen un mensaje de amor

y sobre las ramas,
perlas dulces abren a la vida,
besos son consuelo,
alas, 
son libertad…

Raquel Rueda Bohórquez
19 4 13









SECRETOS DE MI MADRE [73]

SECRETOS DE MI MADRE [73]


Mi madre a pesar de la edad, tenía una piel tersa y hermosa, siempre llamaba la atención de la gente que la veía. A pesar de su edad lucía radiante, parecía la piel de una niña.

 Nunca usó maquillajes, sólo para alguna ocasión y muy leve, tonos suaves, decía que no quería ser esclava sino de Dios.



Siempre nos enseñaba cómo cuidarnos, caminar, conducirnos por la vida, aunque al parecer con sus cabritas un tanto necias fue difícil, pero algunas de sus bellezas copiamos.



Mi perla preciosa, eso era ella, tenía un sencillo secreto para lucir su piel así, y lo hacía mientras preparaba el almuerzo, con aquéllos blancos granos que son tan generosos, y llenan la vida de dulzores: EL ARROZ.



Lo lavaba suavemente como orando, y el primer enjuague lo botaba, después lo dejaba un momento en agua y de nuevo lo hacía, pero ésta agua lechosa la conservaba aparte.



Al rato dejaba que se decantara y al final: Oro blanco...


Ésta harina permanecía en el fondo era lo que usaba para su piel, así de sencillo, lo pasaba por su rostro, y el secreto de su belleza exterior, era el mismo del interior, no dejaba nada a medias, siempre decía la verdad y no guardaba secretos a nadie.



Mi madre, un milagro de vida como el blanco arroz de tantos años, así estará ella, así se fue,  blanca y preciosa, y en mi último sueño, que ya conté, arrodillada sobre la tierra exclamó: ¡¡Qué divinas rosas blancas!!...



Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 19/13