EL
HOMBRE ES EL HOMBRE [122]
Parte
en broma, otra en serio, así dice mi hermano con Síndrome de Down para
expresar que es él quien manda en la casa.
Éstas
palabras nos causan mucha risa, y bien,” El hombre es el hombre”, es un
señor que acaba de entrar a mi casa, alto, muy delgado, cabello liso,
amarillo, español muy enredado, pocas
palabras le comprendí, dijo que vendría a enseñar Alemán a mi hija quien intercambió
estadía en el sofá por clases.
En
un programa que existe de mochileros, donde alguien ofrece el sofá, de paso,
unos pocos días a uno de estos viajeros, sin pago alguno, pero donde se
adquieren compromisos antes de su arribo.
Hospedar
extraños en nuestra casa puede ser peligroso, por fortuna nada había sucedido,
el señor nada tenía de extraño, aquí se han hospedado más o menos 30 personas
en el transcurso del año, sin más compromiso que dejar que duerman en el sofá
con unas mantas, utilizar los servicios, y el alimento lo consiguen por fuera,
pues no puedo hacerme cargo de más compromisos, y con mi hija se pactó de ésta
manera, además de que no cobro un centavo.
Lo
cierto fue que el caballero de nombre Ben, vino a mi casa, se quedó, mi hija no pudo recibirlo,
sabía sus condiciones y en la mañana muy temprano bajó y sólo le comprendí: “Desayuno”… Como otras veces, imaginé que preguntaba en dónde podría conseguir desayuno, solo
me preparo un tinto en las mañanas, de cortesía se lo ofrecí, y le indiqué en
donde quedaba la tienda, para que comprara sus cosas, recomendando que no se
perdiera.
Mi
hija no tuvo tiempo por dos días, por múltiples compromisos de estar con él, y aquí, sólo voy y vengo con mi trabajo. Él bajaba del segundo piso y se posesionaba en
mi computador para hacer sus charlas.
Empiezas
a perder un poco tu intimidad pues el
apartamento es arriba, él también se ha de sentir terrible, pero lo acepté y
por algo de pena no le dije nada, él salió y compró algunas cosas, me pidió
otras que se las di sin más cuento.
Lo
cierto de la historia es que Ben no tenía un peso en el bolsillo, y no lo
sabía, pues las cosas estaban claras desde el principiom donde él me comente
algo, lo comprendo, y preparar alimento para alguien que tiene hambre, es
nuestra obligación, y más si está en nuestra casa, aunque no siempre mi nevera
está llena, siempre hay algo para alguien más.
Hubo
una pequeña discusión de la que me entero por mi hija menor, donde él reclamaba
sus alimentos y atenciones, lo cierto, fue que le dijeron que no podía estar más
en casa y mi hijo salió a buscar ayuda en la iglesia, a donde le solucionaron
pasajes para Bogotá, pues aquí en Barranquilla sentía que todos se burlaban
de él, y además salió al parque a sus ejercicios y le dijeron que era un loco
por su vestimenta y su facha, ya que la gente tiende a ser muy burlona, por esta razón llegó muy molesto y descargó su enojo, dijo lo que no le gustó y
discutieron con mi hija.
Igual
le pasó a ella en Alemania donde no fue tan bien tratada y sí discriminada
por su porte de latina, pero aquí no lo discriminé, sino que no entendía nada
de lo que me hablaba, pero a mi hija sí le dijeron cosas como ésta: “No le
hables que es una Au Pair”… /escuchaba ella, y cuando llamaba para
contarme sus cosas, yo sufría mucho, ahora imagino a éste señor cómo se sentiría, me
siento terrible, hasta culpable, pero también me doy cuenta que la falta de
diálogo y honestidad de parte de él o no sé, si los límites que pone el idioma que estaba un tanto enredado complicó aún más todo.
En
otras condiciones no permito que aguante hambre, pero tal vez le apenaba decir
que no tenía dinero, imagino que fue una experiencia terrible y marchó sin una
despedida.
Creo
que al menos debimos estrecharnos la mano, pues me quedé como si hubiese
cometido un gran pecado al no brindarle alimentos desde el principio, pero ya
sabía las condiciones.
Para
la próxima, por favor, nada de mentiras, para que no queden éstos sabores
amargos, aunque creo que ese cuento de mochileros termina aquí, no quiero que
se vaya gente herida de mi casa por algo que me entero al final.
Lo
siento mucho Ben, espero que en Bogotá te traten como mereces, pero tienes que
cuadrar bien las condiciones y ser franco, una mentira no tiene sentido y mira
cómo nos ponemos.
"Por
eso es que a los colombianos no les dan visa, por burlones", /dijo-
¡qué pena!, la verdad me siento terrible...
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
abril 8/13