martes, 29 de enero de 2013

A MI ESPOSO DE LUZ [5]

A MI ESPOSO DE LUZ [5]


Como un brote nuevo
una pequeña flor,
el brillo de tus ojos una estrella,
el sonar de una cascada, tu voz.

Así eres amor mío
mi sol lleno de magia
donde la tibieza de tu amor
sana mis heridas,
y me conmueve el esplendor de la vida
a pesar de las espinas.

Eres una mariposa en libertad,
sus alas abiertas danzando,
embriagándose de los dulzores efímeros
entregando todo su amor
sin saber que en ella habitas,
y toda su belleza, sin tener conciencia,
con esa alegría que la convierte en única,
que hasta muriendo ora
con sus alas bien abiertas.


Como una gota de rocío sobre mi rostro
la vida copiada en una perla salobre,
el mundo entero en tu mirada,
en un azul fantástico lleno de destellos
donde pululan los cánticos,
y no cesa la lluvia,
ni silencia tu voz,
el cancionero del mar.

Como un todo indescifrable
afanoso, liviano, suave…
Pluma mágica que cae sobre mi ventana
resplandor que inunda mi alma
aterida a ratos,
tibia tantas veces,
descubriendo la verdad entre las hojas secas,
y tu bondad en un retoño,

en cualquier rescoldo olvidado.

Mágico esposo de amor
que trinas tan quedo a mi oído,
me das un beso de brisa, y te pierdes,
me entregas un abrazo,
y tu perfume se queda conmigo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 30/13

EN LA CIMA [6]

EN LA CIMA [6]

Amado mío:
Aquí estoy una vez más,
sobre la cima espero.
El cielo está más azul que ayer
mis ojos más brillantes,
la piel ansía el olor de la tuya,
parece mi corazón
una ola sobre la roca.

¿Deseas lo mismo que yo?
Son nubosos los colores encendidos,
el rojo fuego, el violeta…
Suspira el mar y creo que eres tú,
escucho las rocas bajar de las montañas,
me sonrojo al imaginar, 
vienes hacia mí.

El sol tiene un encanto mágico,
todo me parece hermoso si estás,
el color de la vida parece un iris,
el canto de las aves la  voz de Dios.

Levanto la mirada hacia la cumbre y te busco.
Inquietud me invita a tus brazos morenos,
a ese mirar profundo que conoce mis deseos,
sin creer en más, 
desboco hacia ti mi corazón.

¡Espérame cielo mío!... ¡aprisa corro por la montaña!
Es allá donde sé que estarás,
en el lago, donde la quietud será nuestro cómplice
y el canto de las cigarras nos hablará de una entrega,
tan sublime, que dejará su nido vacío,
para donar su vida
por los  retoños que lo seguirán.

El relinchido me habla de tu gran amor…
Hueles mis perfumes, y la pasión me vuelve ciega,
te veo ahí, a mi lado,  parece un imposible,
miles de voces a mi corazón llegan.

Él sabe escuchar,  mi alma vuela hacia la suya
como una pequeña gaviota asustada.

De nuevo, hacia la cumbre deseada invitas.
No puedo voltear atrás, son tus ancas,
tus ojos como diáfanas estrellas…

Es tu dulce boca, eres mi todo, mi anhelo.
Voy aprisa hacia tus brazos, me pierdo en tu horizonte.
¡Hago mío tu cielo y tus estrellas!

Cierro los ojos ante la dulzura que has depositado en mí,
la luna se ha confundido y es mi alcahuete,
agradezco por la maravilla de su gracia,
mientras crece en mi vientre un diamante negro.

Pequeños saltos me dicen,
que eres esa plenitud en mí.
La sangre, como río revuelto,
se anuda en mi  corazón,
y descubro que es el  tuyo.

Los veo correr apresurados,
se maravillan de todo,
soy feliz al verlos…

¡Qué grande es saber que estás aquí!
Los verás crecer, sin importar las espinas,
cansados pasaremos nuestro tiempo
viendo una sombra parecida a la nuestra
que se agita en mar azul,
y  se desbocan apresurados,
buscando el filo de la montaña.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, enero 30/13 



EL RELOJ [7]

EL RELOJ [7] 


Detallo mi vela, parece encendida;
de a poco, ante mis ojos se apaga,
quedando el recuerdo de una escalera.

Nunca pude llegar a la cima,
y bajé mis  alas un tanto abatida.


Quise correr para tomar el sol
que en veloz carrera parecía huir cada vez,
y una especie de sombra a lo lejos,
me habló de la esperanza.



Correteé cual gacela llevada por el temor,
me habló del  ayer el verde del pasto, 
las montañas imponentes donde la vida pulula
y la música no necesita un pentagrama
pues todos conocían de ella.



En cualquier rincón esperé por ti
y al fin llegaste,

eres la sombra blanca
que aún persigo…


Estuvo el dorado ante mí…
Me llené de bosques y praderas,
de cascadas, donde la oración es el silencio,
y el dolor se esfuma al cerrar los ojos.



Estuve en la cima de tu amor
pero se desvaneció temprano
como el rocío de mis rosas;
como el gorrión de doradas alas,
como todos en un parpadeo,

y el reloj sigue marcando el paso.


En la orilla del mar te busco,
en el acantilado,

en la bulla de las gaviotas
en las alas del cóndor…


Se empeñó la oscuridad en nublar mi vista
todo el cielo se oscureció, todo es ausencia,
y las palabras no brotaron,
quedando la palidez en el rostro
por lo que pudo ser y no fue.



Desnuda en púrpuras busqué un aliento
llegando de lejos ese velero
cruzando el mar hacia ningún puerto,
pero mi puerto ansiaba,

anclaras en mí.


Quise ser un águila y volar…
Cerré los ojos de tanto en tanto,
y cada vez más lejos,

mis alas no me llevaron a tu alar
quedando vacío el corazón.


Desnudé mis sentimientos como el roble
y me dejé arrastrar por el huracán…
Quiso devastar mi traje,
pero un invierno de brotes me llenó.



Llegué al sitio de reposo de mis amores,
habían marchado al lugar de las sombras
y mi propia guadaña me perseguía.



De nuevo, ante la blancura del tiempo
al acoso de mis instantes,
observo tu rostro en lo nacarado del silencio,
en el encendido ramillete de un verso,
en ese camino despejado finalmente,
a donde iré sin renegar,


tan aprisa como el viento. 


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 29/13