lunes, 14 de enero de 2013

MARIPOSA DE OJOS CLAROS [48]


Orquìdeas-Jardìn Botànico


MARIPOSA DE OJOS CLAROS  [48]

Mi bella mariposa
dulce cariño de ojos claros,
tanto amó, tanto entregó,
que el huerto extraña el dulzor de tus alas
quedando un agridulce sabor
que sabe a desesperanza.


Volando sobre las rosas
tu inconfundible olor ha llegado,
una luz suave descubre tu fragancia
cuando aleteas sobre las orquídeas
y brillas como las hadas.



Se talló su amor en un diamante y casi lo olvido.
En mis ojos una gota de rocío,
en mi corazón su manantial abandonado,
canto de riachuelo

que se convirtió en río. 


Quien marcha nunca sabrá
cuánto duele encontrar el nido vacío.
Dile a ese que marchó,

que me deje volar,

para que sienta


lo que sin ti he sentido.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 14/13



CON MI POTRA MORA [49]



CON MI POTRA MORA [49]

19 de abril de 2014 a la(s) 19:53

Parecía rebelde,
¡pero era tan dulce!,
que al sentir la voz del jinete,
silenció el ruido del viento,
para escuchar al ruiseñor.

Ahí lo vi, con ese encanto de macho
que sabe arriar a su yegua.
Esa piel de tonadas de arena,
y ellas embelesadas ante su belleza
se fueron arrodillando,
para que el jinete las viera.

Se doblegó ante la pampa,
ante la garza morena…
Descubrí en sus ojos un brillo
que no tienen los de afuera
que se ponen pequeñitos,
el iris se encuentra en su cielo
y  su pecho latiendo con fuerza
con olor a limonero.

La niña se hincó ante el ardor de sus ojos,
era su voz el alivio a tantos golpes del camino.
Susurrante le decía: mi yegua, te quiero conmigo…
Linda princesa, por ti surcaría los mares,
treparía las montañas sobre tu lomo ligero.
Atraparía una gaviota en vuelo,
para darte más consuelo.

Ella agachó el rostro, sin saber qué decir…
Resoplaba doblando su fuerte cuello
como quien se humilla ante el amor,
y de sus manos espera no el látigo
sino el roce de sus dedos.

Montó el caballero,
ella feliz alzó la mirada...
No sintió ni un solo golpe,
sino que el cantor le habló al oído,
un pasodoble tal vez,
una charanga,
una cumbia,
un bolero…

Certeza fue que la polvareda los ocultó
y la potra mora,
 veloz como si alas tuviera,
desapareció en lo más oscuro de los cerros,
con su precioso llanero.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, enero 14/13


PA MI NOVIA FLORA [50]


Mi sobrino Juan Pablo Rueda. Por Santander del Sur-Cerros


PA MI NOVIA FLORA [50]

Aquí toy, ¡por las buenas!
ajilando mi machete
pa ver cuál es el verraco
que conmigo se mete.

¡Ay doña Flora qué día!
Parece cobardía
andar con la jeta al viento
viendo cualquier porquería.

Más si busté a yo me atiende
ya verás señora mía
que con mi cincho te siento,
con mi amor te desdoblo
pa que no me digas
que sólo soy hombre de antojos.

¿Y antón qué me dices mi chata?
¿Te quedas con yo?
¿Me lavas los calzoncillos
y limpias mis alpargatas?
Pero no te me arrebates
puai con otro cochino,
porque de marrano le atino
pa que yo con busté me arrejunte,
más no se ponga remilgá
ni busté te pongas tan colorá
sólo es por jregar,
pa ver tu carita de luna
más blanca como ninguna.

Yo lo que anhelo con sumercé
es que me agarre a besos,
se me arrecueste en el pescuezo
y me digas bien pasito
que soy tu macho bonito
tu silla de montar.

Ya verás mi rosa linda
que en mi jardín yo te pongo,
cerquitica de la virgen
y verás que me compongo.

Yo vendré cada día
con mi yegua mora
pa ver cuando se enamora
éste lucero del día,
y saldré por la montaña
con mi niña de ojos tristes
a cantarle a la mirla
al zorzal y a la paloma.

Ya verás mi chata linda
mi palomita torcaz
que no soy tan mordaz
cuando alguna a yo me quere,
y verás que mis quereres
te harán los ojos cerrar.

Y mañana estaré otra vez
viendo tan bellos luceros,
es que de por sí me muero
por tu calor de mujer.

Mira que no es menester
buscar otros quereres
porque con busté mi sueño tendría alas
sobre la alta montaña,
viendo el llano florecer.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, enero 14/13

EL INGENIERO 4 [51]


Casa de campo-Santander del Sur-Colombia.

EL INGENIERO 4 [51]

Pasó el devastador huracán,
de a poco robó todo lo que amaba
de ese rincón tan querido,

donde el mar le arrullaba cada día,
los ojos de sus chiquillos eran desnudos luceros
con sus trajes ennegrecidos y sus dientes blancos
parecían albugíneas nubes,

que veía siempre desde su lejano espacio.

¿Acaso imaginó que una gran ola le robaría todo?
¡Labró tantos caminos!

Hartos  sueños en medio de surcos de sal de vida
de blancura infinita, de índigos que llenaban sus ojos de lágrimas
de gemidos en las noches anhelando un son de tambor, 
una dulzaina, la guaracha.

El ingeniero sabía que su casa estaba sobre el nimbo,
que su alero de cartón, no aguantaría más inviernos ni aguaceros,
tendría que matar su hambre de vivir en cualquier otro sitio
pero su destino fue obligado…

Las olas no necesitaban de su tristeza
y decidió que hurtaría todas sus perlas

para  esconderlas en el mar.

Decidió marchar, nada había quedado.
Su negra suerte semejaba la oscuridad de la noche
con aquéllos ojos tan divinos que tanto amó…
Sus muchachos,

los morenos de las esquinas
robando un poco de calor en el fogón
donde se asaban cada día los peces de colores
y ellos, danzaban tan felices

con el horizonte de unos ojos vigilantes
pegados de los suyos. 

Ya todo cambió… sus pieles se perdieron cualquier día
abrazados de su buena madre gritaron tanto, que nadie los escuchó,
y ese rugido del mar, era un león herido que reclamó lo suyo
en una tarde de invierno,

mientras él vio desde lejos que su casita de cartón
se la llevaba el viento.

Caminó descalzo sin saber a dónde ir,
descansó a la vera de cualquier camino,
se volvió poeta,

se encerró en  un rancho,
inició con sus manos curtidas
a fabricar melodías en el viento
y el llanto le hizo levantar el rostro al sol. 

¡Ya verás mi negra!…

¡Serás siempre recordada!…
Nadie olvidará la gaita,
aquí nacerá la cumbia

en medio del frío y la humedad de los cerros
donde el mar estará lejano,

pero tú, estrella mía,
estarás fija cada mañana,
cada atardecer, 

al lucero gigante aparecer iluminando mi vida,
y sabré que eres tú con ellos
que me esperan cualquier día, si me obliga la soledad
o si este destino cruel se apiada de mí

nos encontraremos contando estrellitas de mar
en medio de un lecho de corales.

Poco a poco el cañaduzal se adueñó de él…
El llanto de la brisa provocó un olor a orquídeas que bajaban de los cerros
el musgo, el ocaso, la lluvia de nuevo se veía caer…

Dicen que arriba de la montaña,

cuando el cielo se toca con los cerros,
habita un ingeniero,
nadie sabe cómo es
dicen que es un moreno muy alto de mirada nostálgica
y una voz que tiene olor a marinero brota de su interior,
al sonar las flautas.

Los cañaduzales conocen la voz de un cantor,
que vino desde el mar
a darle vida al bosque,
y a construir una morada nueva

cerca del sol.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 14/13