sábado, 9 de junio de 2012

DESDE LA PLANICIE

Foto
Imagen: Animal story

DESDE LA PLANICIE

Observa el regalo de hoy,
Allí sobre la planicie habita
Su corazón aprisa como campana
Su tibio calor que calmará nuestras ansias.

Detalla su mirada ingenua
Se pasea libremente y como dulce paloma caerá
Mientras los dos, sin saber la razón,
Sabremos que un hambre nueva llegará.

No es plácido hacerlo… ¿o sí?
Le preguntó un ave a su depredador: ¿puedes esperar a mañana?
Y aún así a él ni le importó, cuando en un aleteo veloz
Imploraba que lo soltara, y en sus ojos el pánico habitó;
Y la tibia sangre brotaba mientras se abandonaba.

Lanza esa flecha que herirá de nuevo
Las dagas de mis labios te martirizarán,
Y el fuego de mis entrañas como lámpara encendida
¿Será que mañana en sus cenizas convertida
Comprenderá que de colmillos fui proveído
Y con mis garras obtuve el premio para sobrevivir?

Entrégate ya y déjame besar esa piel de seda
Observa ese arco iris que sale al brillar el sol
Y la lluvia matutina que besa los trigales
Nos mostrará una nueva presa…
Más será para otra ocasión… hoy te quiero amar.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/12

A MI MADRE 2

Foto
Foto: Animal story

Cada vez que me encuentro en la soledad y el frío de tu ausencia pareciera calar en mi alma, recuerdo la calidez de tu mirada y tus manos sobre las mías, y el brillo de tus ojos me parece como un lucero donde habitas cada día.

Cada segundo estás en mi mente, y como un estero donde el fuego existe, así mi corazón de violetas teñido, trae para ti un ramo de flores,  cada segundo, mientras pueda... y desde éste pensamiento aún lúcido retorne tu voz como el canto de un sinsonte, y observe pasar un águila errante creeré que eres tú, que en su vuelo de cometa libre, agita la bandera de mi existencia para que te siga.

Nunca creí que doliera tanto no verte, que tus cansadas manos sobre las mías las añorara, hoy habitas como una golondrina donde un nido quedó vacío, y permanezco en el silencio de la fría noche, esperando por tus alas, añorando ese abrigo tuyo lleno de oraciones  que me sostenían.

Viajaré a tu lado cada segundo, no he de olvidarte madre mía, la reina de corazones que viajó temprano, antes de la aurora, cuando aún la noche vestida de negro te anunciaba, que el sol vendría por ti, mientras yo dormía.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/12


COMO UNO SOLO



COMO UNO SOLO

De nuevo soledad amiga mía
Noche de silencio donde habitas,
La penumbra de tus sombras
Retorna a ésta marchita primavera
Con sus cansadas manos,
Donde la mirada está perdida
Y los sueños se acabaron.

Tu aura presiento de un tibio color
El violeta extendido hasta mi habitación,
Y levanto de nuevo la mirada como es costumbre
Y sé que allí te encontraré…
En el espejo posado en mi pared
Que ha robado tu esencia y la conserva.

Los pétalos de tus labios sobre un gran árbol
Donde reposa tu existencia con olor a rosas,
Y un fuego interno pareciera brotar dentro de mí
En éste jardín donde habitas como un mago,
Aquí reposas y me observas en silencio
En aquél mutismo donde te busco y presiento encontrarte.

Besas mi piel, y me transformo en mariposa,
Ésta soledad se convierte en verdad
Y cierro los ojos ante tu presencia,
Cuando al sentir tus besos en mi boca
Como uno solo nos vestimos
Como uno solo volamos al infinito.

Deja que los cerezos nos contemplen;
Qué celosos han de estar de este amor ciego
Aquí como uno mezclados con el espacio
Navegaremos en una orgía interminable,
Donde nuestras alas nos conviertan en uno
Y las flores de loto se abren a la vida,
Navegando en un lago oscurecido donde ya no existo,
Pues estoy contigo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/12

RECORDÁNDOTE

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Imagen: Animal story

RECORDÁNDOTE

Cómo me gustaría acariciar la seda de tus manos,
La pradera con brotes de miel sobre mis labios
Donde tu compañía de dulces aromas
Con tu boca abrigada junto a la mía,

Absorbiera éste dolor que parece no morir.

Cómo de tu piel canela nutrirme
Y en la inmensidad de los prados corretear,
Saltar sobre ese lomo que me sabe a madrigales
Viviendo cada instante a plenitud sin creer que marcharás.

Tibia es la mañana, ¡si la vieras!
Se presiente sobre el jardín un nuevo colibrí
Los pichones con sus pequeños cuerpos,
Los padres en solícito afán por complacer.

Y extraño esa mirada tuya…
Tu juvenil paso de caballo trotón
Cómo por la pradera, el llanto de mi niño
Y una virgen sedienta de ti.

Y pasan las nubes afanosas
Quienes con ese impulso te recuerdan,
Como el vuelo de un pájaro de alas doradas
Que han robado tu existencia
Pero aunque no creas… estás aquí.

Y de nuevo, mis labios pronuncian la canción:
En dónde estás corazón, a donde has marchado
Y me conmuevo ante un crucifijo en la pared,
Que en silencio pareciera observarme,
Cuando lágrimas de sangre brotan desde mi corazón.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 9/12

MI VELERO DE PAPEL


MI VELERO DE PAPEL

Vestida de blanca espuma
En mi barca me encontraba,
Navegando… navegando…
Mientras tú ni me soñabas.

Las gaviotas a mi paso
Sobre las burbujas de mi vida
Más la brisa pasajera pasaba y las derretía…

Más mi barca era firme
Aunque de papel parecía,
En sus alas de eternidad
Bogaba… bogaba con mi vida.

Aquí voy liviana, ella soporta mi peso
Me sostiene surcando el mar
Mientras en ti me sostengo,
Cuando el aire te besa
Con aromas de pensamientos.

Y a lo lejos las gaviotas
En travesía de juegos
Me avisan que vas llegando
A regalarme un consuelo…

Y éste dolor que me quiebra
Pareciendo que se hundirá,
Me llena de sentimiento
Al creer que no vendrás.

Pero mi barca es firme
Aguanta la pesada carga,
Aunque de cristal pareciera
Aunque de cartón liviano,
Sin vislumbrar una falla.

Y el timonero invisible
Me guía hacia un sendero
Vestido de azules olas
Que sostienen mi velero.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 8/12

ENTRE LAS NUBES 2

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Imagen: Animal story



ENTRE LAS NUBES 2

Cómo te diré que te amo
Consentiré esa piel tuya…
Observaré esos ojos de miel en los míos
Detallando los verdes prados.


Cómo te diré que mi piel no es mía
Ni mi carne ni mi fuego…
Aquél que endulzará otros labios
Y la seda de mi cuerpo será su vestido.

Tal vez seamos esos ángeles
Los que servimos sólo para dar
Para entregar aún sobre sus ansias,
Y más tarde para abonar desiertos.

Más otros… de trajes de seda que no son suyos
Viviendo de prestado de nuestras vidas,
Sólo volarán sin siquiera sus vanidades
Y dejarán el pastizal sólo para eternizarnos,
Mientras lamemos nuestros vestidos.

Pasa tu lengua tibia sobre mis labios
Ahora que no tengo frío,
Que mis calores suben y bajan
Y sólo los empapa el dolor de tu ausencia.

Cómo te diré que vivo en las estrellas
Que tu imagen de cordero diviso,
Y esas espumas viajeras con la brisa
Retornan como lluvia renovando los prados,


Y de nuevo… vestido de blanco cruzas
Dejando un halo de tristeza a tu paso
Pues ya no estás a mi lado
¡Qué pronto te esfuma la brisa!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 8/12

EL CAZADOR

Foto: EL CAZADOR 

Recuerdo a los chicos cuando los llevábamos al parque a jugar fútbol; al principio sus tíos fueron sus entrenadores y eran tan buenos  jugadores los niños, que los veía grises cuando pasaban como voladores y les arrebataban el balón y llegaba el ansiado gol, después  los juegos se fueron tornando pesados y los trataban como si fueran adultos y el juego se volvió  tan rudo que ya nos preocupaba la salud de nuestros pequeños.

Cuando algún balón se estrellaba con sus cuerpos y alguna vez un balonazo en la cabeza de mi hijo y sus constantes caídas me abocaron a prohibirle jugar con los grandes pues éste día vomitó y pasó enfermo varios días, inclusive años con dolor de cabeza. 

Ya cuando me fui a vivir a la finca, todos perdieron el deseo de jugar en la cancha que se había hecho con tanto amor, y es que decidieron que ingresaran a escuelas de fútbol, pero no todos pudieron estar ahí, pues esto representaba un costo que a veces todos no podíamos solventar y mi hijo quedó por fuera, aunque le gustaba jugar pero él mismo aceptó que no podría seguir , que eso no era para él, en medio del llanto. 

Nunca tuve la dicha de estar en alguno de sus juegos, al menos donde jugaba mi sobrino Anderson, después de verlo crecer en la finca, pero estuve en el único y más triste, el que se jugó en su honor.  


De niños intentamos llevarlos   a una escuela en el parque La Electrificadora con un entrenador especial para  ellos;  allí estaban Sebastián y Santiago,   pero no le bastaba lo que le pagábamos, que no era mucho pero si lo que cobraba, sino que llegaba a nuestras casas a pedir dinero, y empezó a llegar drogado, y ahí decidimos que con un profesor de éstos sí que peligraban, y los sacamos de allí, aunque esto representara privarnos también de verlos crecer en un ambiente sano, donde los deportes estuvieran  incluidos, que era lo que buscábamos, pero con el ejemplo del profesor nos asustamos.

 Llegaron a filmar en pleno juego,  y ellos salían después de un partido donde fueron perdedores y lloraron mucho, aparecen todos,   y se veían tan hermosos que ésta  se convirtió en una propaganda de televisión de una empresa de la ciudad, que cuando la veíamos nos emocionábamos mucho.

Fueron creciendo en el deporte, pero no todos continuaron, ahí estaban Leyder y Anderson con sus sueños de grandes jugadores, y es que no era para menos, eran maravillosos como equipo y en juego individual demostraban que eran veloces y certeros y cada vez que alguno de ellos  tomara el balón, se escuchaban los gritos de la multitud que iba a verlos cada domingo, tanto que más adelante su entrenador puso a su equipo el nombre de Anderson y  aún hoy en su homenaje entregaron una placa a sus padres, se ofreció el partido en su nombre y Leyder hizo los dos goles ganadores en medio de lágrimas, pues ya no estaba su compañero de juego, su primo tan querido. 

En medio de la multitud había un cazador, de aquéllos que se sientan  sólo a buscar chicos talento y no los perdía de vista, hasta que llegó la propuesta de llevarlos a una escuela a nivel nacional en Medellín, tenían vivienda, comida, podían seguir estudiando y tendrían la posibilidad de más adelante pertenecer a un equipo italiano o de cualquier otra parte del mundo.

Sus rostros eran de felicidad, esto me conmovía, oramos por ellos para que su destino fuera ahí donde estaban sus sueños, recuerdo a mi monacho lindo  cuando llegó a la casa a despedirse, no pude contener las lágrimas, ¿quién podría hacerlo ante semejante rostro lleno de felicidad?, me dijo: ¡madrina, le juro que cuando empiece a ganar dinero y esté en Italia, todos los meses le voy a enviar dinero, no jodaaaa para que se dé gusto en la vida!, lo abracé y nos despedimos en medio de carcajadas. 

Allí siempre se destacó por ser uno de los mejores, atento, juicioso, obediente a las reglas y calificaba siempre, estaba en el grupo elegido y finalmente sólo quedaron dos: él y un chico que hoy está en un equipo italiano, que llamó desde  allí  a su padre,  incrédulo por lo que había sucedido,  pero aquí fue por sorteo pues ambos eran excelentes y el cara y sello se lo llevó su amigo.

Después lo enviaron a Bogotá y su suerte también fue la misma,  siempre era otro, más no él, a quien el cazador de talentos le echó el ojo, aquí no valía su fuerza, su voluntad y valentía, sino algo más… dinero, destino… no bastaba con ser el mejor. 

Cuando llegó de nuevo a Barranquilla, vi sus ojos maravillosos, esa mirada limpia y su sonrisa que cautivaba tanto a las chicas pues era un enamorador, las quería a todas, las amaba y les prodigaba todo ese manantial de cariño que tenía para todas las personas, así era con la abuela, con las tías, con las amigas y con todas las personas que tuvimos la dicha de conocerlo, y su cabellera que lo hacía parecer al jugador que tanta felicidad le dio Messi, su gran ídolo, aunque siempre llevó en sus labios al máximo de todos: Jesucristo. 

Aquí llegó Tomasa, la señora que desde joven lleva una gran ponchera llena de alegrías, cocadas, de todos los sabores, enyucados,  a preguntar por él y cuando le di la noticia rompió en llanto: ¡Noooo Dios mío! ¡El monito noooo!  Él siempre me abrazaba y me besaba  y me gritaba donde me viera ¡negraaa te amooooo! ¡Eres la más hermosa de todas! - él era un chico maravilloso y me hacía reír mucho-,  y se sentó sobre una grada a llorar.

El cazador de talentos tal vez nunca se enteró de su suerte, era un sacerdote que se dedicaba a buscar chicos fuertes y capaces, excelentes jugadores que podrían ser la gloria para los mejores equipos del mundo, él sólo los buscaba de ciudad en ciudad y de Barranquilla se llevó  a mi monacho y a Leyder, creo que escogió como a 6 muchachos más, libres de vicios y llenos de vida y ganas.

Pero él era un buen perdedor, o ganador;  siempre decía:  si no sucedió esto es porque Dios me tiene para algo mejor, y continuó sus estudios, estuvo en Cartagena colaborándole a un tío, y después regresó a trabajar  en el negocio de la familia, allí estaba  todo el día y en la noche estudiaba, ya éste mes se graduaba y amaba lo que hacía,  se acostaba de madrugada haciendo sus trabajos, y cuando llegó mi hija de Alemania la convenció de que se retirara  de la Universidad del Atlántico,  para que estuviera con él, le dijo que  la acompañaría siempre,  él se enteró que un taxista  la quería abusar y otras cosas que le sucedieron cuando iba para la universidad, que la llamaba una y otra vez para que entrara donde él estaba, que la llevaría y se vendría con ella, ahora mi hija va sin él o tal vez él la siga acompañando, ¿quién puede asegurar que no sea así?.

El 3 de mayo, un día cualquiera, sólo que con la inquietud de que nuestra amada madre estaba internada en la clínica muy enferma, cada día más deteriorada su salud, llena de antibióticos, y un examen no autorizado en su pecho que finalmente fue el que más la torturó, para decir lo que ellos sabían, “leucemia”, y es que la mayoría de viejitos terminan con ésta enfermedad, yo siempre digo aunque no sé nada de medicina, que es el exceso de antibióticos  es el que termina aniquilándolos, y acabando con sus glóbulos rojos. 

Era el turno de mi cuñada para cuidar a mi madre, Betsabé se ofreció voluntariamente pues amaba mucho a mi viejita y pues le dejamos su espacio, ella iba de búho, así llamábamos a las del turno de noche que eran Myriam, Socorro y Betsa, pero al llegar la notamos pálida al igual que a María Victoria y esa salida de Domingo así tan rápido cuando él nos acompañaba, sin despedirse siquiera nos tenía muy inquietas y les preguntamos con Lucía que porqué estaban así tan pálidas, pero no respondieron nada, tal vez la subida por las escaleras pues les metí miedo con el ascensor, porque vi todos los desechos que llevaban ahí, en un gran tanque verde y rojo,  y les dije que todas las bacterias y almas estaban en el ascensor. 

Al bajar estaban todos los hombres de la casa, recuerdo a Leonardo, José, Pablo, Domingo, se chutaban la pelota hasta que al fin les preguntamos que  si había pasado algo, todos empezaron a llorar y en medio del llanto nos dieron la fatal noticia: Anderson no está, una volqueta no lo vio…

El resto sólo incertidumbre y dolor, incredulidad, aún en éste momento me parece una pesadilla, pero hay una fuerza interior venida de algún sitio que nos permite aceptar lo que pasó, hasta mi madre que no sabía nada nos hizo saber: “Habrá un gran partido de fútbol donde toda la familia asistirá”, después de esto comprendimos las palabras de mi viejita. 

Hoy veo a otro cazador, un horrible cazador de llantas negras y láminas de hierro que se pasean como Pedro por su casa robando la vida a quien se le antoje, y los jóvenes de las  motos que nadie los ve, que parecieran cucarachas para aquéllos grandes que se creen dueños de las calles, y que cada día dejan un hogar enlutado, y lo peor de todo es que quien manejaba era un chico de 18 años, a quien aún hoy  no le vemos el rostro, pues está tras las rejas mientras se aclara el accidente.

El consuelo que me llega desde la luz  de la mente,  es que Jesucristo fue quien finalmente reclamó su presa,  era suya desde el principio, desde que vino a la vida  y aún desde antes de nacer, le pertenecía y a él retornó sin importar cómo; allí estaba su muchacho vestido de grandes alas doradas, con esa maravillosa mirada que lo acompañaría en sus rumbas diarias, pues allí habría muchas, sólo juegos y sonrisas donde el dolor era cuento del ayer, mientras esperamos nuestro propio viaje, y pedimos a Dios que no sea así, de ésta manera tan triste, pero nos consolamos pensando que Dios amaba tanto a  nuestra madre que se quiso llevar a su nieto amado para que limpiara su camino, y los dos ingresaran a ese  túnel mágico vestidos de ese  sol…  de ese gran sol que mi reina  pronunciaba minutos antes de su muerte, y que interpretamos como  la luz de María, esa diosa  que vendría vestida de sol a  reclamar a sus niños para llevarlos más allá de ese brillo donde tendrían ese sitio privilegiado que la vida les negó. 

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 8/12

EL CAZADOR 

Recuerdo a los chicos cuando los llevábamos al parque a jugar fútbol; al principio sus tíos fueron sus entrenadores y eran tan buenos jugadores los niños, que los veía grises cuando pasaban como voladores y les arrebataban el balón y llegaba el ansiado gol, después los juegos se fueron tornando pesados y los trataban como si fueran adultos y el juego se volvió tan rudo que ya nos preocupaba la salud de nuestros pequeños.

Cuando algún balón se estrellaba con sus cuerpos y alguna vez un balonazo en la cabeza de mi hijo y sus constantes caídas me abocaron a prohibirle jugar con los grandes pues éste día vomitó y pasó enfermo varios días, inclusive años con dolor de cabeza.

Ya cuando me fui a vivir a la finca, todos perdieron el deseo de jugar en la cancha que se había hecho con tanto amor, y es que decidieron que ingresaran a escuelas de fútbol, pero no todos pudieron estar ahí, pues esto representaba un costo que a veces todos no podíamos solventar y mi hijo quedó por fuera, aunque le gustaba jugar pero él mismo aceptó que no podría seguir , que eso no era para él, en medio del llanto.

Nunca tuve la dicha de estar en alguno de sus juegos, al menos donde jugaba mi sobrino Anderson, después de verlo crecer en la finca, pero estuve en el único y más triste, el que se jugó en su honor.


De niños intentamos llevarlos a una escuela en el parque La Electrificadora con un entrenador especial para ellos; allí estaban Sebastián y Santiago, pero no le bastaba lo que le pagábamos, que no era mucho pero si lo que cobraba, sino que llegaba a nuestras casas a pedir dinero, y empezó a llegar drogado, y ahí decidimos que con un profesor de éstos sí que peligraban, y los sacamos de allí, aunque esto representara privarnos también de verlos crecer en un ambiente sano, donde los deportes estuvieran incluidos, que era lo que buscábamos, pero con el ejemplo del profesor nos asustamos.

Llegaron a filmar en pleno juego, y ellos salían después de un partido donde fueron perdedores y lloraron mucho, aparecen todos, y se veían tan hermosos que ésta se convirtió en una propaganda de televisión de una empresa de la ciudad, que cuando la veíamos nos emocionábamos mucho.

Fueron creciendo en el deporte, pero no todos continuaron, ahí estaban Leyder y Anderson con sus sueños de grandes jugadores, y es que no era para menos, eran maravillosos como equipo y en juego individual demostraban que eran veloces y certeros y cada vez que alguno de ellos tomara el balón, se escuchaban los gritos de la multitud que iba a verlos cada domingo, tanto que más adelante su entrenador puso a su equipo el nombre de Anderson y aún hoy en su homenaje entregaron una placa a sus padres, se ofreció el partido en su nombre y Leyder hizo los dos goles ganadores en medio de lágrimas, pues ya no estaba su compañero de juego, su primo tan querido.

En medio de la multitud había un cazador, de aquéllos que se sientan sólo a buscar chicos talento y no los perdía de vista, hasta que llegó la propuesta de llevarlos a una escuela a nivel nacional en Medellín, tenían vivienda, comida, podían seguir estudiando y tendrían la posibilidad de más adelante pertenecer a un equipo italiano o de cualquier otra parte del mundo.

Sus rostros eran de felicidad, esto me conmovía, oramos por ellos para que su destino fuera ahí donde estaban sus sueños, recuerdo a mi monacho lindo cuando llegó a la casa a despedirse, no pude contener las lágrimas, ¿quién podría hacerlo ante semejante rostro lleno de felicidad?, me dijo: ¡madrina, le juro que cuando empiece a ganar dinero y esté en Italia, todos los meses le voy a enviar dinero, no jodaaaa para que se dé gusto en la vida!, lo abracé y nos despedimos en medio de carcajadas.

Allí siempre se destacó por ser uno de los mejores, atento, juicioso, obediente a las reglas y calificaba siempre, estaba en el grupo elegido y finalmente sólo quedaron dos: él y un chico que hoy está en un equipo italiano, que llamó desde allí a su padre, incrédulo por lo que había sucedido, pero aquí fue por sorteo pues ambos eran excelentes y el cara y sello se lo llevó su amigo.

Después lo enviaron a Bogotá y su suerte también fue la misma, siempre era otro, más no él, a quien el cazador de talentos le echó el ojo, aquí no valía su fuerza, su voluntad y valentía, sino algo más… dinero, destino… no bastaba con ser el mejor.

Cuando llegó de nuevo a Barranquilla, vi sus ojos maravillosos, esa mirada limpia y su sonrisa que cautivaba tanto a las chicas pues era un enamorador, las quería a todas, las amaba y les prodigaba todo ese manantial de cariño que tenía para todas las personas, así era con la abuela, con las tías, con las amigas y con todas las personas que tuvimos la dicha de conocerlo, y su cabellera que lo hacía parecer al jugador que tanta felicidad le dio Messi, su gran ídolo, aunque siempre llevó en sus labios al máximo de todos: Jesucristo.

Aquí llegó Tomasa, la señora que desde joven lleva una gran ponchera llena de alegrías, cocadas, de todos los sabores, enyucados, a preguntar por él y cuando le di la noticia rompió en llanto: ¡Noooo Dios mío! ¡El monito noooo! Él siempre me abrazaba y me besaba y me gritaba donde me viera ¡negraaa te amooooo! ¡Eres la más hermosa de todas! - él era un chico maravilloso y me hacía reír mucho-, y se sentó sobre una grada a llorar.

El cazador de talentos tal vez nunca se enteró de su suerte, era un sacerdote que se dedicaba a buscar chicos fuertes y capaces, excelentes jugadores que podrían ser la gloria para los mejores equipos del mundo, él sólo los buscaba de ciudad en ciudad y de Barranquilla se llevó a mi monacho y a Leyder, creo que escogió como a 6 muchachos más, libres de vicios y llenos de vida y ganas.

Pero él era un buen perdedor, o ganador; siempre decía: si no sucedió esto es porque Dios me tiene para algo mejor, y continuó sus estudios, estuvo en Cartagena colaborándole a un tío, y después regresó a trabajar en el negocio de la familia, allí estaba todo el día y en la noche estudiaba, ya éste mes se graduaba y amaba lo que hacía, se acostaba de madrugada haciendo sus trabajos, y cuando llegó mi hija de Alemania la convenció de que se retirara de la Universidad del Atlántico, para que estuviera con él, le dijo que la acompañaría siempre, él se enteró que un taxista la quería abusar y otras cosas que le sucedieron cuando iba para la universidad, que la llamaba una y otra vez para que entrara donde él estaba, que la llevaría y se vendría con ella, ahora mi hija va sin él o tal vez él la siga acompañando, ¿quién puede asegurar que no sea así?.

El 3 de mayo, un día cualquiera, sólo que con la inquietud de que nuestra amada madre estaba internada en la clínica muy enferma, cada día más deteriorada su salud, llena de antibióticos, y un examen no autorizado en su pecho que finalmente fue el que más la torturó, para decir lo que ellos sabían, “leucemia”, y es que la mayoría de viejitos terminan con ésta enfermedad, yo siempre digo aunque no sé nada de medicina, que es el exceso de antibióticos es el que termina aniquilándolos, y acabando con sus glóbulos rojos.

Era el turno de mi cuñada para cuidar a mi madre, Betsabé se ofreció voluntariamente pues amaba mucho a mi viejita y pues le dejamos su espacio, ella iba de búho, así llamábamos a las del turno de noche que eran Myriam, Socorro y Betsa, pero al llegar la notamos pálida al igual que a María Victoria y esa salida de Domingo así tan rápido cuando él nos acompañaba, sin despedirse siquiera nos tenía muy inquietas y les preguntamos con Lucía que porqué estaban así tan pálidas, pero no respondieron nada, tal vez la subida por las escaleras pues les metí miedo con el ascensor, porque vi todos los desechos que llevaban ahí, en un gran tanque verde y rojo, y les dije que todas las bacterias y almas estaban en el ascensor.

Al bajar estaban todos los hombres de la casa, recuerdo a Leonardo, José, Pablo, Domingo, se chutaban la pelota hasta que al fin les preguntamos que si había pasado algo, todos empezaron a llorar y en medio del llanto nos dieron la fatal noticia: Anderson no está, una volqueta no lo vio…

El resto sólo incertidumbre y dolor, incredulidad, aún en éste momento me parece una pesadilla, pero hay una fuerza interior venida de algún sitio que nos permite aceptar lo que pasó, hasta mi madre que no sabía nada nos hizo saber: “Habrá un gran partido de fútbol donde toda la familia asistirá”, después de esto comprendimos las palabras de mi viejita.

Hoy veo a otro cazador, un horrible cazador de llantas negras y láminas de hierro que se pasean como Pedro por su casa robando la vida a quien se le antoje, y los jóvenes de las motos que nadie los ve, que parecieran cucarachas para aquéllos grandes que se creen dueños de las calles, y que cada día dejan un hogar enlutado, y lo peor de todo es que quien manejaba era un chico de 18 años, a quien aún hoy no le vemos el rostro, pues está tras las rejas mientras se aclara el accidente.

El consuelo que me llega desde la luz de la mente, es que Jesucristo fue quien finalmente reclamó su presa, era suya desde el principio, desde que vino a la vida y aún desde antes de nacer, le pertenecía y a él retornó sin importar cómo; allí estaba su muchacho vestido de grandes alas doradas, con esa maravillosa mirada que lo acompañaría en sus rumbas diarias, pues allí habría muchas, sólo juegos y sonrisas donde el dolor era cuento del ayer, mientras esperamos nuestro propio viaje, y pedimos a Dios que no sea así, de ésta manera tan triste, pero nos consolamos pensando que Dios amaba tanto a nuestra madre que se quiso llevar a su nieto amado para que limpiara su camino, y los dos ingresaran a ese túnel mágico vestidos de ese sol… de ese gran sol que mi reina pronunciaba minutos antes de su muerte, y que interpretamos como la luz de María, esa diosa que vendría vestida de sol a reclamar a sus niños para llevarlos más allá de ese brillo donde tendrían ese sitio privilegiado que la vida les negó.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 8/12

A/ CARMEN Y JUAN CARLOS

A CARMEN Y JUAN CARLOS

Ésta imagen me ha llamado la atención en varias cosas, la primera es que observo entre las nubes un rostro muy claro, parece el rostro de Jesús con sus ojos muy abiertos, a la derecha sobre la pareja de pingüinos, entre otras imágenes a la izquierda, una mano sale de entre las nubes como queriendo salvar a los animales, aunque también parece parte de la niña que está  arriba su rostro viendo hacia otro lado, pero si seguimos buscando hay muchas, esas fueron las que más me inquietaron, creí que era un montaje  y no, es una fotografía que dice:


"Foto y la leyenda de Jason Westra Esta fue tomada en marzo en la Isla Cuverville en la Península Antártica. Se está poniendo a la cola del verano para el invierno está empezando a llegar. En este caso, se fue casi un cabo blanco cuando vi a este joven pingüino Gentoo tratando de conseguir comida de su madre. Para mí, esta imagen refleja la dura vida que los animales tienen que soportar aquí. - Con Vera Puspitasari, Ryszard Tomaszewski y Solange Ortiz Pacheco".




La imagen no está, ni la recuerdo;
en su reemplazo, una blanca pared
me invita a llenarla de letras. 

No temas que ahí estaré...
Tu piel no se mojará;
La bruma fría no te herirá.

A ti no arroparán las aguas,
Ni congelarán las nieves.

Cuando toque a tu puerta, ¡ábrela!
Cuando llegue a tu balcón… ¡obsérvame!
Cuando arribe a tu mirada: ¡detállame!
Cuando escuches mi voz: ¡arrodíllate!

No temas cuando la tierra se abra delante de ti;
Yo estaré contigo y tomaré tu angustia,
Te susurraré al oído sin que te des cuenta
Y buscarás refugio donde no exista el peligro.

Pero si llega la tempestad y te toma…
¡No te aflijas!… he sido yo quien llegué por ti,
Sentí que habías cumplido tu misión
Y tu hora de retornar a mí, había llegado.

Entonces, cuanto ya estés a mi lado
Sabrás que lo que allí creías vivir,
Que lo que imaginabas soñar,
No ha sido nada, y que la magia estaba aquí.

Que el mago era yo, aquél que siempre te alentaba
Y quien ponía en tu rostro una sonrisa,
Y quien te consolaba, mientras llorabas...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 8/12