viernes, 6 de enero de 2012

COMO UN ÁGUILA (68)

COMO UN ÁGUILA (68)

Hermoso sentir que alguien viene presuroso, 

a darte un abrazo.

¡Pasa el tiempo ante nuestros ojos, 


cual mariposas al viento
tratamos de elevarnos suavemente...

¡Qué cansadas estamos las gaviotas del camino!
¿Qué azor vendrá tras nosotras 

a interrumpir nuestro vuelo?


Anhelantes tornan los días 


cuando las canas llegan
y todas las arrugas nos someten,
como subyuga el sol a la pradera.

A nadie le gusta el engaño,
menos recibir las migajas,
a pesar del esfuerzo y el talento.

Tampoco me agrada ser como soy,
una callada roca que sólo aguanta
esperando la fuerza de las olas
sobre el acantilado de la existencia.

Quiero retornar a tiempos viejos,
pero no existen, 
sólo en el pensamiento he de viajar
allí seré lo que desee, 
sin que nadie me robe los sueños
para pintarme en un mañana mejor.

Un lugar donde los corruptos no tengan cabida 
y el águila se remonte apacible y cálida
extendiendo  sus alas libremente, sin miedo al cazador,
con su mirada brillante 
contemplando que desde el cielo
todo es magnifico y que esto era solamente un mal sueño
que al abrir los ojos terminó.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 6/11

EL VIEJO SOÑADOR (69)


EL VIEJO SOÑADOR (69)


¡Qué perra vida la que me tocó!
¡Qué suciedad en la que me tocó vivir!
¡Qué asco de existencia!...

Si vuelvo a nacer quiero que ser un águila
libre en las alturas, y desde allí observarlo todo
ser dueño con la mirada y reírme a carcajadas
con mis grandes alas surcando el índigo espacio.

Subir y bajar cuando me dé la gana,
cazar un gorrión o una paloma,
y si me apetece, también comeré cordero
o la serpiente que se ufana de su veneno.

Pero no, aquí estoy… ¡qué pesada carga!
¡Qué duro es vivir en medio de tanta inmundicia!
No quiero ésta vida, prefiero la del león,
recorrer a mi presa con los ojos y devorarla
hacerla gemir y nutrirme de su dolor,
y después, beber…, 
saborear la miel de su sangre.

Pero aquí estoy, ¡qué puta suerte la mía!
Pude haber sido un tiburón….
¡Recorrer los mares azules y extasiarme en los corales,
 asustarlos a todos con mi presencia…
mostrar mi poderío entre grandes puñales, 
para que me respeten!

Más divagando el pobre viejo soñador…,
del cielo algo que botó un golero le cayó…
Alguien me contó que su excremento enceguecía,
 sí,  el viejo ya no miraba, pero seguía soñando:

¡Qué maldita suerte la mía!...
Si tuviera mis ojos,
si pudiera mirar al cielo y descubrir un lucero…

¡Cuánto hubiese disfrutado de la vida!
Cuántos amores tendría para tocar, 
y saborear la dulzura de sus pechos…

¡Pero no, me tocó ser un puto ciego 
bajo una gran palmera!

Pero si vuelvo a nacer… 
¡pero si vuelvo a nacer!… /pensaba el viejo,

Lo último que soñó no me lo contó…
El cuerpo del delito terminó en mi cocina.

¡Qué delicia de helados los que preparé!
Creo que hasta los voy a vender, 


mientras entierran al viejo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 6/11